Esta es una visión muy personal y afectiva de la ciudad de parte de mi infancia y juventud. Época de prosperidad petrolera y consolidación democrática del país.
Maracaibo se definía en el centro, en torno a tres plazas: Plaza Baralt, Plaza Bolívar y Plaza Urdaneta y los alrededores respectivos. Algunas Iglesias emblemáticas, casi 30 cines en ese pequeño perímetro y la Universidad y el Ferry en La Ciega, por donde se llegaba a Maracaibo desde el resto del país. De allí esa identidad aldeana e insular que prevalecía en una comunidad urbana fuertemente arraigada en sus tradiciones, pero igualmente en su modernidad y dinamismo. La autoestima colectiva era alta y el sentido de comunidad y vecindario muy fuerte.
Casi todos los días esa parte de la ciudad era “caminada” por la mayoría, por la sencilla razón que casi todo lo necesario e importante para la vida social y económica y política se concentraba allí. El Maracaibo periférico que se había desarrollado y se articulaba en las Avenidas Bella Vista, Milagros, Delicias, La Limpia, Sabaneta, Haticos, 5 de Julio, etcétera). Y desde algunos sectores más alejados se mantenía la costumbre de decir, cuando se iba al Centro: “voy para Maracaibo”.
Esta es mi ciudad a pie, época estudiantil y juvenil que viví a plenitud, lleno de entusiasmo y optimismo por la propia ciudad, el estado y el país.
Con todo esto, la idea que quiero reiterar, es que una ciudad, un país, son tiempos, épocas, pero que el tiempo importante, es siempre el futuro, el por-venir, que es nuestra responsabilidad.