Un par de sucesos de esta semana impactaron sobre el putrefacto cuerpo del régimen. El «Informe de la misión independiente de determinación de hechos» de ONU sobre la violación de DDHH en Venezuela, que señala responsabilidades individuales a Maduro y su pandilla, y la «Declaración del Grupo Internacional de Contacto» que pone su acento en la falta de condiciones «para un proceso electoral transparente, inclusivo, libre y justo», exigiendo «tiempo» para la venida de la misión de observación de la Unión Europea. Hay quienes consideran que ambas acciones elevan «el costo de salida» del régimen que lo puede volver «fiera herida», cuya desesperación por saciar su venganza tienda a radicalizarlo aún más. Esa es una posibilidad. Pero lo cierto es que puesta la pelota en manos de Maduro y su régimen, cuya causa ha perdido toda razón de ser, puede que exista la posibilidad de un chispazo de sensatez en las nauseabundas aguas de la dictadura, en especial cuando presiones políticas tan poderosas como las del Informe de ONU y la Declaracion del GIC estimulan el modo «salvese quien pueda» para que algunas voces internas llamen a una retirada en orden a través de una negociación. Al régimen lo acosan las disidencias que no está dispuesto a aceptar aunque a cada hueco que tapa le revientan otros y los documentos de marras le producen más ruido y fracturas internas de las que podemos oír, ver y sentir. Un daño del cual deberíamos estar más pendientes y darle debido y eficaz uso político. La tragedia opositora ha sido siempre no comprender cómo opera el mundo interior del régimen, porque iguala todo su interior y no es capaz de avisorar las diferencias y matices que le sirvan para diseñar políticas eficaces que permitan avanzar. En general, esa falta de lentes es producto de la desesperación, justificada en el común no así en una dirigencia que se empeña en chocar muchas veces con la misma piedra.
Corto y Picante “El régimen en modo «sálvese quien pueda»” Por José Luis Farías
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