En dos oportunidades el dominicano Miguel Salazar, de 45 años y residente de El Bronx, ha estado en el límite entre la vida y la muerte. Primero, en su país enfrentó una enfermedad renal que lo llevó a una complicada operación de trasplante de riñón. Años más tarde, mientras seguía el camino de sus sueños en la Gran Manzana, fue uno de los miles de pacientes que casi “no vive para contarlo”: se contagió de COVID-19 con la amenaza de una muy delicada situación preexistente.
“Estuve 21 días en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Bellevue en Manhattan, fue milagroso como puedo estar totalmente recuperado después de que estuve cerquita de la muerte. Mis pulmones se afectaron mucho por el virus, pero luego de un mes y 27 días interno, logré salir. Los médicos no desmayaron”, narra emocionado Miguel.
El quisqueyano nacido en Santiago fue probablemente uno de los primeros contagiados que engrosó las emergencias y requirió ser intubado por agudas complicaciones respiratorias, cuando la pandemia empezó a tomar fuerza en Nueva York a principios de marzo. En ese momento, los hospitales empezaban a ser casi un escenario de “guerra” ante el creciente número de contagiados.