A propósito del ambiente electoral que se exacerba con los debates y la proximidad de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, escucho frecuentemente discusiones sobre el “Voto latino”.
Se habla de la presencia y de la participación de los hispanos en la contienda, de su apatía electoral y, por supuesto, no deja de mencionarse la importancia de su voto (seremos por primera vez, el segundo grupo étnico o racial más importante en una elección presidencial con 32 millones de potenciales votantes). Pero me pregunto: ¿podemos poner a todos los latinos en un mismo cajón y darles el mismo mensaje si incluso entre las mismas nacionalidades existen tantas diferencias dependiendo del lugar geográfico que representemos dentro de nuestros países de origen?
No todos los que hablamos español somos mexicanos
Recuerdo el video en YouTube de un colombiano que, a raíz de la popularidad de las telenovelas de narcos que tienen el acento paisa (característico de las personas nacidas en el Departamento de Antioquia en Colombia), lo tituló “No todos los colombianos hablamos así”.
En el video, de una manera muy graciosa, imitaba los acentos de aquellos que viven en la costa o en el centro del país, entre otras regiones, mostrando a través de la forma de hablar y los refranes la variedad y riqueza de la hermosa cultura colombiana.
Y ese es solo un ejemplo, imaginemos lo que puede ser en EE.UU., donde los latinos somos una amalgama de costumbres e intereses y por si fuera poco, también entra en la ecuación la cuestión generacional y socioeconómica.
Al parecer, el ciudadano “anglo” -en general- lo ve de una manera más simple. Por eso es motivo de sorna entre los latinos el decir que no todos los que hablamos español somos mexicanos, ni todos celebramos el 5 de Mayo (que por cierto, no es la conmemoración de la independencia de México).
Con hablar unas palabras en español o ir a un restaurante latino no se gana al electorado.
Y si revisamos los intereses a la hora de acudir a las urnas, muchos políticos se sorprenderían al percatarse de que no todos… queremos lo mismo, y que con un solo mensaje y/o promesa se ve muy complicado atraer al codiciado “voto latino” que con el tiempo se ha incrementado en estados claves como Florida y Arizona. En el primero, por ejemplo, 2 de cada 10 ciudadanos habilitados para votar es hispano. Y ahí viene otro factor a considerar…
No todos los que hablamos español, pensamos y queremos lo mismo
Lo que espera un estadounidense de origen mexicano puede ser muy diferente de lo que anhela un venezolano, un colombiano o un cubano.
Los venezolanos -en su mayoría- son de primera generación en este país, por lo que aún están estrechamente ligados a lo que ocurra en su patria y por eso se inclinan a lo que un candidato pueda ofrecer al respecto.
Por otro lado, los cubanoestadounidenses, sobre todo los de primera generación, siguen con el mismo patrón de apoyar al Partido Republicano, aunque las nuevas generaciones han modificado tímidamente esta tendencia. Mientras que el resto de los hispanos, negros y asiáticos siguen inclinados hacia el Partido Demócrata.
Además, latinos o no, ya somos ciudadanos de este país y nos importa lo que pase aquí, si continuará el Obamacare, si habrá una reforma inmigratoria o si habrá mayor diversidad e inclusión. En fin, cada elección presidencial brinda escenarios diferentes, y esta -sin dudas- será única, en medio de una pandemia global y con un país dividido, y con dos candidatos antagónicos en los más diversos aspectos.
Será complicado que entiendan que no todos escuchamos bachata, bailamos cumbia o cantamos rancheras o pedimos una pajita, popote, pitillo, sorbete, caña, carrizo, calimete o bombilla = “straw”. Do you understand?
Ni es lo mismo, ni es igual
Para que el mensaje electoral llegue, los políticos y estrategas deberían conocernos mejor. Interesarse de verdad por nuestra comunidad y crear campañas dirigidas a cada grupo; léase cubanos exiliados, nueva generación de cubanos, mexicanos, colombianos, centroamericanos, etc.
¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué nos mueve a votar? ¿Qué nos afecta?, etc. Esto es básico. Las campañas deberían incluir más latinos de a pie que den respuestas a estas preguntas.
Por otro lado, se debe entender que muchos hispanos sufren una “heredada» desconfianza en la política, debido a tantas promesas incumplidas por los gobernantes de turno. Aquí y allá.
Y por si fuera poco, subsiste la barrera del idioma.
¡Vaya escenario! La conjura perfecta contra la participación hispana en las urnas.
De los latinos que podían sufragar en 2016, el 47,6% lo hizo. Mientras que la participación de los negros fue de casi el 60% y del 65,3% entre los blancos. Pero, parece que esta vez el ambiente electoral ha impulsado la participación hispana. Según las cifras más recientes, la votación temprana en la Florida ha aumentado hasta ahora 3% con respecto a la contienda del 2016.
De manera que esperamos que las propuestas para los hispanos -que por cierto escasean- lleguen más hechas a la medida.
Sería muy respetuoso… y efectivo no meternos a todos en un mismo costal aunque sean las mismas urnas para todos.
¡Por favor!