La educación es un sector prioritario y trascendental para el progreso y desarrollo de cualquier país, es lo que cimenta el futuro de las naciones. En Venezuela, particularmente este sector reviste en toda la ciudadanía mucha incertidumbre y una gran preocupación, ya que durante años ha venido arrastrando problemas bastante graves, uno de los principales es la pésima remuneración de los docentes, sobre todo del sector público.
La crisis que atraviesa el sector educativo tiene distintas aristas. Periodistas de seis medios de comunicación del país: La Nación (Táchira), TalCual (Caracas), La Verdad (Zulia), Correo del Caroní (Bolívar), El Impulso (Lara) y Yaracuy al Día, nos unimos para ofrecer una visión 360 de la situación desde el sentir de sus protagonistas que son los docentes, directivos, padres, representantes y alumnos. Es una especie de clamor en conjunto que desnuda todos los problemas que han venido haciendo mella en un sistema de educación que décadas atrás era ejemplo de calidad en toda Latinoamérica.
Garantizar los alimentos diarios es un reto para la familia venezolana, que además de la pandemia debe sortear controles de movilización ciudadana, inestabilidad y alza de precios. Esa es una realidad que no puede ocultarse y por la que muchos docentes expresan tristeza y enojo, justo ahora en este inicio de clases. Tal es el caso de la profesora Ruiz, una tachirense quien tiene 17 años ejerciendo en una escuela de San Cristóbal (Táchira).
“Yo gano 2 millones 400 mil, con el bono de alimentación incluido, es decir, una quincena es de un millón y la otra es de un millón 400 mil bolívares”, explica con evidente descontento. Añadió que no tiene un celular inteligente para tener comunicación con los alumnos, no cuenta con un servicio de internet adecuado en su hogar para impartir clases online y mucho menos su salario da para pagar los datos a través de las operadoras telefónicas.
Ruiz fue enfática al decir que no volverá a la escuela donde labora hasta tanto no estén dadas las mínimas condiciones de bioseguridad, indicó que en su escuela falla el agua –precisamente para el lavado constante de manos- y por supuesto, la energía eléctrica. Su carro está estacionado sin gasolina desde hace más de tres meses. Le ha tocado cuesta arriba y con la llegada de la pandemia se le han complicado más las cosas.
Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), se registraron 748 protestas solo en agosto de 2020, por derechos sociales ante la precariedad en los servicios básicos, la escasez de gasolina, dificultades para una buena alimentación y la debilidad del salario, de las cuales 32 fueron registradas en el Táchira.
Pese a esta situación, el año escolar 2019-2020 culminó, aunque con un mal sabor para todos los que tuvieran las ya mencionadas precariedades. Llegado el mes de septiembre, inicio del nuevo año académico, el régimen de Nicolás Maduro, tras una consulta en el Sistema Patria, decidió continuar la modalidad de clases remotas, para evitar el riesgo de contagio por el virus y es que además, las condiciones actuales no están dadas para iniciar clases presenciales o semipresenciales en las instituciones públicas, ya que además de las dificultades anteriores, además existe una notable falla en el sistema de transporte público, gasolina y gas, lo que resultaría inviable si quiera el traslado hacia los planteles.
Sueldos pírricos afectan la calidad de la educación
A más de 15 días de que el régimen iniciara contra viento y marea el año escolar 2020-2021, el reporte que maneja la Federación Unitaria del Magisterio de Venezuela (Fetramagisterio) es que la no comparecencia de docentes a los planteles en varios estados se mantiene por encima de 95 % en Caracas, mientras que la media en el ámbito nacional es de al menos 90 %.
Gricelda Sánchez, secretaria de Contratación Colectiva y Reclamos del Sindicato Venezolano de Maestros del Distrito Capital, señala que ese porcentaje de docentes tampoco se sumó al inicio de clases desde una plataforma online, siendo una de las razones principales los bajos salarios.
Las tablas salariales que se manejan en cuanto a docentes nacionales y sus distintos niveles son diversas, sin embargo, indistintamente de lo que puedan variar entre sí, la realidad es que el salario mensual que devenga un docente promedio se ubica entre $3 (Bs. 1.300.000) tomando como base el precio del dólar en 450 mil, el cual, como sabemos, irá aumentando paulatinamente, devaluando cada vez más el ya pírrico ingreso.
“Desde el gremio docente hemos construido un pliego de exigencias en el cual destacamos que se cumpla con 280% de aumento, deuda contraída por el régimen de Nicolás Maduro desde 2018, la reapertura de los servicios funerarios, HCM y la dotación de los Ipasme, los cuales están en total abandono; además de reabrir la discusión del contrato colectivo vencido, en el que como gremio exigimos un piso salarial de 600 dólares”, agrega Sánchez.
Ambos gremios coinciden en que no están dadas las condiciones para iniciar las clases a distancia, y mucho menos de forma presencial. Afirman que durante muchos años han trabajado entre graves problemas de infraestructura escolar, sin seguro de vida o funerarios y con salarios irrisorios y que la pandemia por la covid-19 era la cereza que le faltaba al pastel.
Cada vez más docentes abandonan sus puestos
Este panorama hace ver el porqué cada vez es más difícil ejercer la docencia en Venezuela, porqué tantos profesores dejaron abandonados sus puestos y se pusieron a vender productos con lo que tienen mucho más ingresos o simplemente se fueron del país. Puede haber mucha vocación, pero la calidad de vida también es necesaria.
Para muestra un botón. Gran parte de los docentes de Bolívar, por ejemplo, dejaron de ejercer su profesión para irse a los campamentos mineros del sur del estado. Otros se dedican al comercio informal.
De acuerdo con la secretaria general del Colegio de Profesores del municipio Caroní, Aída González, la deserción de maestros en Bolívar es casi de un 70%. “Lo lamentable de la situación es que cada día crecen las renuncias de maestros”.
Desde antes de la cuarentena, el plan de la Zona Educativa y directivos de las escuelas fue buscar a cualquier persona, educador o no, para asumir las vacantes de docentes. “Los maestros se rehúsan a ir a trabajar en precarias condiciones y saben que si los botan no pierden nada porque el sueldo no les alcanza para comprar ni tres artículos de la canasta alimentaria”, denunció. Y es que añadió que en esa entidad un docente tipo VI, que corresponde al nivel máximo, devenga mensualmente Bs. 1.400.000, mientras que un maestro inicial tipo I, apenas Bs. 800.000 al mes.
González considera que el futuro educativo de los jóvenes y niños es incierto. “En el gremio educativo estamos preocupados por la situación de los niños. No es que le digamos a los docentes que no vayan a trabajar, es que no hay la manera. Es un atraso para la educación porque no hay manera de hacer el trabajo, y perjudica porque la preparación del muchacho es prácticamente nula. Cada día se nota que van en retroceso”, manifestó.
Por su parte, el presidente del Sindicato Unitario del Magisterio Caroní-Piar (SUMA Caroní-Piar) Rafael González, señala que las condiciones de la educación virtual en Venezuela solo desnudan el colapso del sistema educativo en el país.
“El colapso es inminente. Como están dadas las condiciones auguro un fracaso rotundo, y lo digo con pesar. Queremos dar clases, pero es evidente que no podemos. A los padres les digo con sinceridad, es falso que los niños, niñas y adolescentes van a recibir una educación de calidad en estas condiciones”, aseveró.
En Lara el panorama no es diferente
“Los problemas existen desde hace mucho tiempo, pero ahora es peor. Antes de la pandemia dábamos las clases y todo lo que se pedía para el desarrollo del año escolar dependía económicamente de nosotros. Los profesores ponemos de nuestro bolsillo para comprar lápices, marcadores, borradores y cuadernos; nadie nos paga para esas cosas”, así lo expresó una de las coordinadoras de docentes de una institución pública en Lara, quien pidió se resguardara su identidad.
Conozco la realidad de muchos docentes –añadió- que el único ingreso que reciben es el que ganan aquí, y por eso están migrando a otros oficios: planchar cabellos, limpiar en casas ajenas y trabajar en el comercio.
En esa crisis económica están todos, desde los profesores nuevos hasta los más experimentados. “Es difícil exigirles cuando están haciendo tanto por seguir viniendo. Porque hasta yo misma, como coordinadora de docentes, he pensado en no volver más, ponerme a hacer otra cosa para ver si consigo el dinero para sostener a mi familia. El que sigue yendo a dar clases lo hace por puro amor, por más nada. En la institución donde nosotros trabajamos llega agua solo una vez a la semana, los pupitres no son suficientes, están dañados (…) da tristeza cuando los alumnos tienen que cargar tobos con agua hacia los baños», dice.
«Ni me imagino cómo va a ser cuando nos manden a regresar a las aulas de manera obligatoria. Creo que habrá muy pocos profesores en las escuelas… si antes quedaban pocos porque migraron, porque consiguieron otros trabajos, ahora será peor. Me preocupa mucho pero los entiendo (…) yo también paso por eso. Cuando uno lo piensa, es mejor quedarse en la casa haciendo cualquier cosa que ir a las clases por tan poca paga y con tantos problemas. Pero como dije, es por amor al trabajo, a los alumnos, que uno sigue yendo”, expresó.
“No hay condiciones para clases virtuales”
La pandemia de la covid-19 llegó a cambiar todo y el sector educativo no se hizo esperar. En Venezuela ha tenido efectos más devastadores, ya que la educación ya venía seriamente afectada por diversos problemas, pero el hecho de que las clases no son presenciales lo empeora todo, porque los docentes no cuentan con los recursos ni las plataformas básicas para desarrollar esta modalidad de trabajo.
El secretario general de la Federación Venezolana de Maestros, Orlando Alzuru, es enfático al aclarar que los maestros no se niegan a trabajar, sino que “el gobierno no crea las condiciones necesarias”. Advierte que la manera cómo el Estado plantea el sistema a distancia torpedea la posibilidad de que exista una educación de calidad.
El dirigente sindical cita la investigación “El venezolano en medio de la pandemia por coronavirus”, hecho por la Federación Venezolana de Maestros para señalar que 98 % de las 602 personas encuestadas para el estudio dijo que la modalidad a distancia en la que se finalizó el año escolar 2019-2020 fue de regular a mala; es decir, solo 2 % de los estudiantes asimiló el contenido en este tipo de educación. Para el docente esta es una modalidad excluyente.
Por otra parte, apunta que 94 % de la muestra manifestó no tener capacitación digital para asumir el programa. El líder sindical duda que el modelo a distancia funcione en el país, a la carestía de aparatos tecnológicos de los profesores y estudiantes se suma el problema de la energía eléctrica. En este sentido, cuestiona cómo será el proceso en los estados donde la luz se va por días o en los sectores rurales donde no saben qué es tener internet.
Explica que una de las principales cosas que debe entenderse es que “la educación a distancia no es para enseñar sino para aprender”, es el estudiante quien se esfuerza para adquirir los conocimientos mientras que el docente se convierte en un facilitador.
“Creemos que es una estafa a la educación porque esos niños están siendo promovidos sin adquirir las competencias. No queremos pensar qué vamos a tener en el país en 10 o 15 años y qué generación conducirá el destino de la nación”, alerta.
La educación online es una tarea difícil para los zulianos
Pedro transita el camino de regreso del trabajo a su casa con una idea en mente: lograr que su hijo de siete años cumpla con los deberes escolares asignados para ese día. Son las 6:00 pm, con premura aprieta el paso, pero son ocho los kilómetros que desanda a diario para retornar a su hogar. La idea es llegar antes de que quiten la luz.
Su condición de padre soltero le pone otro grado de dificultad a la tarea. En la casa, Pedrito se queda con su abuela, una doña de 74 años quien a duras penas logra encenderle el televisor a la hora pautada y tomarle una fotografía “como si estuviera escuchando la clase”.
El resto lo hace Pedro cuando puede. Si logra llegar a su casa en horario de luz solar o cuando hay servicio eléctrico, es posible que Pedrito le “dé la lección” y pueda corregirle las caligrafías, pero la mayoría de las veces no es así.
El “potecito” que tiene por teléfono no lo ayuda, pero lo que gana como asistente de hornero en una panadería al sur de Maracaibo no le alcanza para mucho. Por eso la maestra tiene que pasarle por mensaje de texto las asignaciones y no hay manera de que participe en el “grupo de guasá”.
“El niño pasó para segundo, pero casi no aprendió nada en primero. No es fácil, porque la luz se va en la mañana y no puede ver el programa (clase televisada). En la noche tampoco hay luz y entonces ¿Cómo hacemos las tareas?”.
La frase, más que una pregunta es un lamento, una resignación ante la certeza de que Pedrito es muy poco lo que aprende, porque realmente cuando falta casi todo, una casa no es la escuela.
Del otro lado no hay diferencia
Marielba y su esposo trabajan durísimo para pagarle colegio a Marianita. La niña tiene cinco años, pero ya asiste a uno de los mejores “privados” del municipio San Francisco, para asegurar su cupo en grados superiores.
Como muchas otras instituciones educativas “pagas”, el “cole” de Marianita invirtió en planta eléctrica e internet para garantizar que los maestros podrán atender virtualmente a los estudiantes.
Las clases inician a las 8:00 am, la niña debe estar con su uniforme y sus útiles, porque durante la mañana la maestra impartirá clases por YouTube y después del recreo hará asesoría personal por videollamada.
Sin embargo, Marielba y su esposo trabajan. Son dueños de un pequeño negocio de alimentos que deben atender desde temprano. Su nana es una señora mayor que desconoce la existencia de las redes sociales. Además, en su casa también falla el servicio eléctrico y cuando no hay electricidad “se va la señal del internet”.
Marielba anda con las manos en la cabeza buscando cómo hacer para atender a su hija y a su trabajo. “La cosa no está como para no trabajar, porque con bastante esfuerzo pagamos el colegio, pero la educación de la niña también es importante”.
Si falta todo no hay educación que valga
Yamileth tiene 14 años y no pudo terminar la educación básica. Su escuela ya pasaba penurias antes de la cuarentena, ahora con eso del “virus” la ranchería donde vive está olvidada para el mundo. El hogar de Yamileth y sus seis hermanos está en el municipio Mara. Allí no hay agua ni electricidad, mucho menos televisión o señal de teléfono.
La escuela rural a donde asistían cerró desde marzo y los maestros, quienes viven en el mismo municipio indígena, se pusieron a sembrar yuca, plátano y cebolla para tener algo que comer.
“Ya el año escolar 2019-2020 se perdió”, exclama Yoleida, una de las maestras de la escuela básica a la que asiste Yamileth. “Habrá que esperar a ver qué pasa de aquí a diciembre. Lo más seguro es que este año se pierda también”, manifestó.
Son tres realidades que suceden en simultáneo en un estado asediado por las fallas en el servicio eléctrico, la deficiencia de señal telefónica y de Internet, y la necesidad de tomar decisiones sobre qué es prioridad en estos momentos.
Encuesta flash: 60 docentes una misma realidad
Se consultaron 60 docentes de cinco estados de país sobre aspectos que inciden en el normal desenvolvimiento de sus actividades, ahora online a efectos de la pandemia.
61% de los docentes consultados no cuenta con un teléfono inteligente para una comunicación fluida con sus alumnos.
96,6% señaló no disponer de un servicio de internet adecuado para impartir clases online.
98,3% no tiene recursos para pagar el alto costo de los datos móviles de las operadoras telefónicas privadas.
1.250.000 bolívares en promedio ($2,8 al día de hoy) es lo que gana un docente en una institución pública en Venezuela. Esto no alcanza ni para un kilogramo de carne.
Autores: José Enrique Arévalo, El Impulso; William Urdaneta, Correo del Caroní; Reyna Carreño Miranda, La Verdad; Rosecny Zambrano, La Nación; Aliria Quevedo y Patricia Torres, Yaracuy al Día y Roison Figuera, TalCual.