A James Albert Bond -nacido el 30 de enero de 1928 en la zona rural de Devon, Inglaterra- lo llamaban Jim. Desapareció de Polonia una noche de 1964 mientras caminaba cerca de una base militar soviética en Polonia. Nunca más se supo de él. O al menos, nunca más supieron de él los agentes polacos que lo siguieron día y noche desde su arribo a Varsovia, un año antes. Las alarmas sonaron entre los espías locales por su nombre. Para entonces, la saga creada por el escritor Ian Fleming ya era un éxito no sólo editorial, sino cinematográfico: Sean Connery había interpretado tres veces -desde su debut en 1962- al agente ficticio del MI6, homónimo al enviado oficial de carne y hueso descubierto hurgando en tierra enemiga en plena Guerra Fría.
Por infobae.com
Bond. James Bond, el verdadero, había sido vigilado en silencio desde su llegada a la capital europea. Estaba formalmente enrolado en el Ejército del Reino Unido. De un día para otro, sin despertar sospechas, dejó el país y su caso se convirtió en un misterio. Incluso para los polacos que crearon una prolija carpeta con sus datos y que fue guardada con celo entre documentos clasificados como top secret durante más de cinco décadas. Los papeles fueron descubiertos hace pocas semanas por Wlowzimierz Lechnio, un archivista que se convirtió en noticia de la noche a la mañana sin esperarlo.
Lechnio -quien leyó los 44 folios que componen la ficha de Bond, James Bond- intenta despejar el velo romántico que la historia quiere darle al sujeto: “Él era sólo un secretario. La evidencia aquí no indica que fuera un espía”. Sin embargo, Marzena Kruk, del Instituto de la Memoria Nacional de Polonia, sostiene lo contrario: “Vamos, él era un espía haciendo cosas de espionaje. Todas las posibilidades son posibles”.
Filip Hagenbeck, ex jefe de contrainteligencia polaco, cree que Jim pudo haber sido usado por el MI6 como un señuelo para distraer a los oficiales polacos del verdadero -y desconocido- objetivo de Gran Bretaña. Imaginar un diplomático con el nombre de la estrella del cine mundial caminando por las calles de Varsovia -y por otras locaciones más delicadas- debería llamar la atención de cualquiera. Hagenbeck, autor del libro Un espía Ordinario, señaló en diálogo con The Wall Street Journal: “Sinceramente, no creo que fuera un espía. Lo habían enviando para hacer una especie de cebo. Hacer que la contrainteligencia lo persiga a él en lugar de a otras personas. Era un juego que se jugaba, ¿sabes?”.
Las anotaciones que componen su carpeta confidencial son variadas. Lo describen como un mujeriego, muy cuidadoso de sus movimientos, inclinado por la buena bebida. Lejos de la realidad: Bond era un hombre bastante común, de gustos para nada extraordinarios, al que solo le gustaba el golf y apegado a su familia que incluso se trasladó a aquel país para solventar su fachada.
Bond estaba casado. Su viuda, Janette, tiene hoy 88 años. Está segura que -a pesar de que él nunca se lo reconoció-, su marido era un agente secreto. Vivió con él en Varsovia y recuerda las particularidades con que se comunicaban. James le pedía que mientras estuvieran en su casa se escribieran notas ya que sospechaba que la inteligencia polaca los estaba escuchando. Janette Bond también sirvió al Reino Unido. Lo hacía ayudando a su esposo a despistar a quienes lo seguían por toda la capital. Fiestas, reuniones sociales… la mujer recuerda que tenía que ayudar a su marido a esquivar la vigilancia para poder cumplir con sus misiones. Pero a veces no podían deshacerse de sus persecutores. Los autos los seguían día y noche. Era casi un acoso, según rememoró en el diario norteamericano.
A pesar de ello, de un día para otro, sin que lo esperaran, Bond y su familia desaparecieron. Retornaron al Reino Unido donde se dedicó a ser comisionado del Ejército Británico. Luego fue destinado a Chipre y Alemania. Pero por problemas de salud, fue devuelto a casa. Murió en 2005.
La pregunta que busca una respuesta hace décadas gira en torno a saber quién fue el verdadero Bond que inspiró a Fleming. Para muchos fue un ayudante personal del autor de la saga quien en los 50 escribió los libros y descubrió a su eterno personaje. Fleming fue miembro de las fuerzas especiales británicas durante la Segunda Guerra Mundial, como oficial de Inteligencia naval. Allí conoció al jefe del MI6 de entonces, Stewart Menzies. En ese tiempo, un joven con el nombre que encarnaron desde Connery hasta Daniel Craig fue su ayudante. “Fue provisto de muchos secretos”, recordó al WSJ su biógrafo, Andrew Lycett, dado los contactos que tenía en ese mundo el afamado escritor.
Sin embargo, es difícil que Fleming diera a conocer la identidad de un agente en actividad. La teoría de Hagenbeck cobra sentido.
Su cuñado, Keith Tacchi, lo recuerda como poco “afable”. “Jim era un hombre de órdenes, se unió al ejército y lo hizo según las reglas. Solía fumar en pipa, tenía gorra de pescador. Era una persona totalmente relajada. Tenía una pasión en la vida, que era el golf, en la que no era muy bueno”, dijo. Era la antítesis del personaje glamoroso de la literatura y el cine.