Es increíble cómo los principios básicos para mantener una economía sana con equilibrio fiscal en el largo plazo y fortuitos pasajes de gasto público deficitario sólo en casos de emergencia, como guerras o depresiones económicas, se ha trocado por un gasto sin límite financiado con deuda pública y emisión de dinero.
Hasta los más robustos bastiones de sensatez financiera, el FMI y el Banco Mundial, han abrazado el nuevo dogma y prescriben redoblar el “estímulo” fiscal y políticas monetarias laxas, aun en países que, como México, gastan mal, en proyectos inútiles y regalos a la gente sin sentido económico pero sí electoral.
Un texto reciente de Paul Krugman,1 premio Nobel de economía que se tornó en panfletista de la izquierda, dice que el gobierno de Biden debe emprender un gasto público masivo “para paliar el desempleo, sacar del hoyo fiscal a gobiernos estatales y locales, y evitar un nuevo colapso en el consumo”.
Recomienda también “invertir fuerte en el futuro después de años de gasto insuficiente (¿?), pues es urgente gastar mucho en infraestructura y en la transición a una economía ambientalmente sustentable, y hay que ayudar con vigor a los niños a crecer para que sean adultos sanos y productivos”.
“Pero ¿cómo pagar estas ‘inversiones’? Pregunta errónea”. Hay un exceso de ahorro global lo que provoca bajísimos costos para endeudarse, y cita que en febrero previo a la recesión causada por la pandemia, la tasa de interés promedio en bonos de largo plazo indexados contra inflación era -0,12%. Hoy es menor.2
En este contexto, más deuda no representaría ningún problema a pesar de que el déficit/PIB este año será de un increíble 16% y la deuda de EE.UU. en manos de sus acreedores superará el 100% del PIB, niveles nunca vistos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Hay varios supuestos en las recomendaciones de Krugman: 1, que los gobiernos saben gastar con eficacia, cuando la evidencia acumulada por generaciones demuestra lo opuesto; 2, que el PIB nominal se recupera pronto; 3, que las tasas de interés permanecen bajas; 4, que gobiernos futuros se apretarán el cinturón.
Si se observa el desempeño de la deuda de EE.UU. en su accidentada historia de 231 años desde que tiene un gobierno federal, siempre había ocurrido que después de una francachela fiscal asociada a la guerra, seguía un lapso prolongado de superávit fiscales para retirar la deuda.[3]
Esta constante histórica se mantuvo mientras los dirigentes de EE.UU. tuvieron una mentalidad no infectada por el keynesianismo, doctrina que adoptaba siempre las recetas que el gran economista inglés John Maynard Keynes recomendaba sólo para épocas críticas.
Tan pesada carga de deuda pública que estamos heredando irresponsablemente a las generaciones futuras, les impedirá aspirar a una situación económica comparable a la nuestra, además de pasarles la cuenta de mantenernos en la vejez pues los fondos de pensiones y para ayuda médica están por fenecer.
¡A ver cuándo explota esta bomba de tiempo y dónde lo hace primero!
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (EE.UU.) el 23 de octubre de 2020.
Referencias:
1. “Why Biden Will Need to Spend Big”, The New York Times, octubre 20, 2020.
2. El énfasis es mío.
3. John Gordon Steele, Hamilton´s Blessing: The Extraordinary Life and Times of Our National Debt, Bloomsbury, 2010.