Con su último discurso, el presidente estadounidense, Donald Trump, ha planteado un desafío sin precedentes contra la democracia de su país y ha deslegitimado el proceso electoral, además de abonar el terreno para no reconocer un resultado que favorezca a su rival, el demócrata Joe Biden, y pone una transición pacífica del poder contra las cuerdas.
Abatido como pocas veces se le ha visto, Trump dio un discurso el jueves triunfalista con semblante de perdedor. Desde la sala de prensa de la Casa Blanca presumió de haber desdicho a todos los que predecían su amplia derrota, acusó de fraude electoral a los estados gobernados por demócratas con pruebas falsas que circulan por internet y mandó un mensaje velado a los legisladores republicanos y al Tribunal Supremo para que no le abandonen.
El mandatario rechazó leyes electorales estatales tan básicas como el deber de aceptar votos enviados por correo que tengan en el matasellos la fecha anterior al día de las elecciones, aunque lleguen después de la jornada de los comicios.
UN DISCURSO PARA LAS REDES SOCIALES NO PARA LAS “NETWORKS”
En un uso sin precedentes de la sala de prensa presidencial compartió como pruebas rumores no probados de fraude que circulan por las redes sociales, en lo que cada vez parece un intento de alimentar a la maquinaria de movilización que representan Facebook, Youtube, Telegram o WhatsApp.
De poco sirvió que las grandes “networks” (los canales de televisión más importantes) suspendieran la emisión de su discurso. Los foros ultraconservadores distribuyeron inmediatamente cortes de las acusaciones del presidente, que refuerzan teorías que llevan compartiendo desde la noche electoral del martes y que millones de estadounidenses, tal vez casi la mitad del país, consideran hechos irrefutables: hay en marcha una conspiración para añadir votos demócratas con la excusa de que son papeletas enviadas por correo.
Según esta realidad ignorante de los hechos, al refugio de la noche se añaden papeletas falsas suficientes para destruir las ventajas de Trump en estados clave, algo que en las redes sociales explican personas de dudoso origen, no familiarizadas con el conteo, que aseguran haber sido testigos de la llegada de grandes volúmenes de votos a los centros de escrutinio, el lugar donde esto precisamente es normal que suceda.
Trump, además, alimentó otra de las realidades paralelas de millones de estadounidenses: el fraude está financiado “por banqueros de Wall Street” y la élite tecnológica (sinónimo para muchos de judíos) y sucede en ciudades con una proporción importante de población afroamericana de “mala reputación”, un guiño racista que funciona en parte de su audiencia.
“Detroit y Filadelfia, dos de los lugares más corruptos políticamente de nuestro país, no puede ser responsables de fabricar el resultado de una elección presidencial”, dijo el mandatario.
La lista de imprecisiones contra las leyes estatales electorales que se han aplicado sin grandes sobresaltos desde hace décadas es un claro sabotaje contra el sistema democrático estadounidense y allana el camino para el siguiente paso: negar la transición pacífica del poder.
TRUMP NO ACEPTARÁ UNA VICTORIA DE BIDEN
Parece claro que si Biden acaba superando la barrera de los 270 votos del Colegio Electoral, Trump no aceptará el resultado. “Vamos a ganar las elecciones fácilmente y va a haber muchos litigios”, dijo en una contradicción más de un hombre que ha pedido parar el conteo en los estados en los que tenía ventaja y continuarlo hasta el final en los que estaba recortado distancia.
“Los demócratas nunca pensaron que podrían ganar esta elección por eso salieron con el voto por correo (…) ha sido diseñado así”, dijo Trump, que ignoró que la pandemia que él ha rechazado contrarrestar está detrás del uso de un método de votación legal presente en muchos estados.
Con esto parece claro, que cuando se confirme que Biden es ganador de las elecciones, algo que parece más probable a juzgar de cómo avanza el escrutinio en los estados que restan, Trump no aceptará esos resultados y se apoyará en el Tribunal Supremo, en una serie de litigios que, según expertos en derecho como la profesora de la Universidad de Columbia Caroline Polisi, “carece de mérito” y capacidad de desviar el resultado significativamente.
En tal caso la duda que resta es qué hará el mandatario si se queda sin base legal para rebatir el resultado electoral y se ve abocado a abandonar el poder antes del próximo 20 de enero, cuando finaliza el mandato actual.
TRUMP ES EL PARTIDO REPUBLICANO
Trump sí dijo una verdad: el Partido Republicano ha movilizado a las urnas más votantes que nunca antes, ha destrozado los pronósticos de los expertos en análisis político, reduce el control demócrata en la Cámara de Representantes y podría mantener la mayoría en el Senado.
Como nuevo estandarte del nuevo Partido Republicano, Trump no ha conseguido grandes respaldos por el momento entre los grandes nombres de la formación política para denunciar las “travesuras” y el fraude que alega en los estados demócratas.
Los líderes republicanos mantiene una postura discreta, el Supremo, que controlan los conservadores le ha dado la espalda en uno de sus primeros intentos contra los mecanismos del sistema electoral y se espera que el secretario de Defensa, Mark Esper, prepare su dimisión, según medios estadounidenses. Trump empieza a quedarse con el único apoyo de las redes sociales.
EFE