Tenemos una tarea pendiente. Es la más crucial de todas, para evitar girar en el mismo círculo innecesario del abatimiento. Es fundamental volver a asumir el compromiso de la lucha y no ser somnolientos en nuestros sueños de libertad. Es cierto que nos cansamos de ver quebrarse el paragua día tras en el ojo de la tormenta. No es sencillo hacerse inmune al dolor cotidiano, pero tampoco debe asumirse como un desenlace sin remedio.
La apuesta del régimen siempre provocará nuestra fricción con cualquier idea de cambiar nuestros pesares. Sus estrategas han maquinado su esquema con detalle, para no ser removido. Hacerlo un modo de vida; una forma de costumbre del mal. Hasta podrían existir unos que tengan el atrevimiento de defenderlo, pese a verle pocos beneficios y reconocer la miseria instaurada para nuestra propia consternación.
En mis años universitarios, mi profesor de sociología me explicó sin muesca ni vacilación lo que representa lo cotidiano. “La gente puede habituarse a estar mal”, me decía. “Irán e Irak estuvieron años en guerra. Cuando llegó el momento de calmar la confrontación e izar la bandera de la paz, se erigió una alegría momentánea. Después devino la confusión. Posteriormente les hacía falta lo bélico. Ese hueco emocional para ser llenado. Necesitaban continuar en guerra. Se había convertido ya en un estilo de vida”.
Esa fórmula ha funcionado para Cuba. Tras 60 años de desdichas, despropósitos y calamidad compartida, las generaciones ya han aceptado que se puede estar muy mal y ser feliz. Siniestro modelo de igualdad para entretenernos y copar nuestro tiempo en buscar la manera de sobrevivir. En indagar alguna manera inimaginable de no acostarnos con retortijones por el hambre y obligarnos a esperar con ansias las migas del Estado. El proyecto es aniquilar los empeños y las posibilidades de avanzar. Destruir cualquier idea de progreso.
Ese es el fin. Que la población se amolde a la zozobra. Que aprobemos con resignación el conflicto diario. Estamos obligados a permanecer quietos para la foto social. El buen ciudadano es aquel que no haga nada. Solo acepte. Los pensamientos libertarios son una afrenta a la patria. Quienes esgriman palabras fuera de sus normas son considerados unos traidores a la nación. Deben ser perseguidos, arrestados, torturados y mermados en sus ideales. Y no podemos decir algo. Sería apoyar al infractor. Nos alistaríamos a correr el mismo final.
Ya no es una contienda secreta. No es un plan silencioso y llevado a hurtadillas. Lo sabemos todo. A pesar de ello, no efectuamos intentos de rebelarnos. Ya recibimos el golpe de la consternación y mermó nuestro interés de modificar el infortunio.
Llegó entonces la etapa de la aceptación. De quejarnos igual, golpearnos el pecho por el padecimiento y no mover un dedo para alterarlo. Quedamos momificados. Arribamos a la meta que ellos aspiraban. El criticarnos nosotros mismos. El no tomarnos en serio nada. Pulverizamos cualquier propósito y lo creemos parte del mal. Podría hasta ser cierto. La usurpación es experta en la infiltración. Es fácil comprar la traición con billete mal habido.
La consulta popular de diciembre es esencial. No podemos hacernos los desentendidos. Son solo tres preguntas para asentir. Queremos las soluciones y no más engaños. No más visiones aletargadas. El planeta entero será nuestro veedor predilecto. El inspector requerido que también se sabe de antemano las contestaciones. Es evidente la coincidencia mundial de que nadie quiere estar como Venezuela.
También es una respuesta directa a la otra elección. A esa farsa manipulada, sin candidatos verdaderos; promovida solo por Miraflores y sus tarifados. Se harán comparativas en el mundo, sobre quién maneja las cifras reales de votantes. Por eso se pone a prueba nuestra tenacidad. Nuestro vigor para la justa. Somos mayoría total y estamos en la obligación de demostrarlo.
No estamos derrotados. El combate sigue en ejercicio. Podemos ajar el esquema perverso de la dictadura. Prefiero seguirle los pasos a quienes me hablan de libertad y me muestran un camino de perspectivas, a sentarme a que me sigan cayendo los peñascos. Continuar anonadados, viviendo una vida de cabos sueltos y en esa deriva sin propuestas solo nos llevará a un destino cubano. Por eso me apunto a la consulta; con las afirmaciones selladas en la gran corazonada de que pronto tendremos una nación en libertad.
MgS. José Luis Zambrano Padauy
Exdirector de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571