Fue uno de los grandes criminales de guerra nazis. Con sus demenciales pruebas con los presos, se ganó el sobrenombre de ‘Ángel de la Muerte’. Y se salió con la suya: escapó, nunca fue juzgado y murió ya viejo en Brasil.
Niñez: El “bueno” de Josef
Josef Mengele nació en 1911 en Günzburg, Baviera, en el seno de una acomodada familia católica. El joven Josef era conocido en su pequeño pueblo por su alegría, su inteligencia, y unas ansias terribles de superación. A su vez, destacaba por la gran pasión que sentía hacia la música y el arte, de hecho, llegó incluso a escribir una obra de teatro que fue representada en su juventud.
Primeros pensamientos asesinos
A los 20 años su interés por la medicina se hizo patente, aunque en una rama que no tenía tanto que ver con curar enfermedades. Concretamente, pronto se centraría en el estudio de los orígenes culturales y el desarrollo del ser humano, además de en la paleontología y la antropología.
Mengele expresó su mentalidad sobre cómo los médicos debían apiadarse de aquellos cuya vida no tuviera valor matándolos y sentó las bases de la ley de esterilización obligatoria promovida por el nazismo. La cual establecía que todos aquellos que tuvieran, entre otras dolencias, esquizofrenia, imbecilidad o deformidades físicas, debían ser asesinados para preservar la raza aria.
El demonio en su infierno particular
El Auschwitz que Mengele halló en mayo de 1943 era una inmensa cárcel de varios kilómetros de extensión, rodeada de alambradas, con cinco crematorios y varias cámaras de gas. Albergaba a 140.000 prisioneros.
El recién llegado Mengele destacó enseguida por sus métodos expeditivos. Se hizo construir un laboratorio donde perpetró sus experimentos. Todo empezaba con las selecciones de las nuevas remesas de prisioneros. Dos médicos los examinaban y elegían los aptos para trabajar y los que debían morir. Uno de ellos solía ser el propio Mengele. Participaba en este proceso porque buscaba gemelos con los que trabajar. Quería usar la genética para producir partos múltiples de niños con rasgos arios. Pero ese era solo uno de sus siniestros sueños. Estos son, quizá, sus trabajos más terribles.
Torturas de pesadilla
– Mengele infectaba a los gemelos con tifus para observar la diferencia de reacciones entre ellos.
– Realizó amputaciones innecesarias, punciones lumbares, inyecciones infectadas con rickettsia y heridas infectadas para comparar cómo era la reacción de cada gemelo.
– Asesinaba a gemelos para estudiar las muertes simultáneas.
– En el laboratorio, los niños eran obligados a desnudarse y permanecer acostados uno al lado el otro.
– Intentó cambiar el color de los ojos de algunos niños para que fueran azules mediante inyecciones de productos químicos, causándoles infecciones y ceguera.
Cuando uno de los gemelos moría, el otro era asesinado para comparar con una inyección de cloroformo en el corazón, que le provocaba un paro.
– Realizaba cirugías sin anestesia, mientras los pacientes sufrían remoción de órganos, castración y amputaciones.
– Intrigado por los siameses, cosió a dos niños por la espalda para analizar su progresión. Ambos murieron por infecciones fruto de la operación.
– Estudió las transfusiones sanguíneas entre gemelos, la mayoría de los que usó fallecieron a causa de las pruebas.
– Inyectó gérmenes a los presos para estudiar sus efectos porque los nazis mostraron mucho interés en las armas biológicas.
– Operó a niños, principalmente gemelos, para conocer las reacciones físicas y mentales de una persona ante un cambio de sexo.
– Obligó a hermanos a mantener relaciones sexuales, con el objetivo de estudiar la “calidad” de los hijos resultantes.
– Como los gemelos estaban acostumbrados a vivir juntos, Mengele encerraba a algunos y esperaba a ver cuál soportaba más tiempo la soledad.
– Seccionó los muslos de varias prisioneras asesinadas para utilizarlos como material de cultivo en su laboratorio.
– Obligó a una madre lactante a cubrirse con adhesivos médicos los pezones para calcular cuánto tiempo podía vivir un recién nacido sin alimentarse.
Con información de: Muy Interesante | ABC