Diosdado Cabello ha dicho esta semana “quien no vota, no come” e inmediatamente ha salido medio mundo a cuestionarlo tras interpretar lo que dijo literalmente. Evidentemente, no entendieron nada. Siendo un humorista nato, Diosdado quiso emular a quien picando una torta de cumpleaños le grita a los niños “quien no se siente, no come torta”. La verdad es que nadie se atrevería a acusar al dueño de la fiesta de querer matar de hambre a quienes no obedezcan y sigan de pie, así como tampoco nadie debería insinuar que, con dicha frase, Diosdado esté pretendiendo amenazar a los millones de venezolanos que dependen, no por elección sino por imposición, de los programas de distribución de alimentos controlados por el régimen del cual Diosdado forma parte. Nadie, al menos que sea lo suficientemente temerario para querer morir de hambre…
En estos días particularmente quedé muy sorprendido, la verdad que no tenía conocimiento de la existencia en las filas de la revolución de tantos intérpretes de Diosdado, especializados en darle “contexto” a sus palabras. Quizás desde que acabaron con la producción petrolera en Venezuela comenzaron a llenar los salones vacíos de las universidades con nuevos campos de conocimiento. Esta gente se encarga de convencerte que en realidad lo que escuchaste no fue lo que Diosdado quiso decir, sino que todo lo contrario. De allí que unos de los cabecilla del chavismo nunca se equivoque y si lo hace su coro de intérpretes inmediatamente saldrá a corregirlo.
La amenaza, aunque algunos quieran disfrazarla de inocente chiste, tiene en Venezuela el efecto deseado. Para algunos en el exterior quizás sea difícil entenderlo, pero según cifras de la propia dictadura, al menos doce millones de venezolanos reciben cada uno o dos meses las llamadas cajas CLAP, el programa de distribución de alimentos que la dictadura vende a precio subsidiado en toda Venezuela. La distribución no es poca cosa, pues de ella están al frente comités políticos al servicio del PSUV que aunque formalmente no piden carnet político para vender las famosas cajas, sobre todo aquel que las compra siempre pesa una amenaza y vigilancia permanente que suelen aumentan significativamente en épocas de farsas electorales.
De allí que el discurso de rebeldía contra el fraude del 6 de diciembre no sea una opción para millones de venezolanos que sobreviven a la tragedia nacional a punta de bonos y cajas CLAP. Muchos conocen la causa de sus enormes dificultades, pero no se atreven a retar al sistema de control social que los hace más pobres y más dependientes cada día. No se trata de cobardía, simplemente tienen que sobrevivir. Para convencerlos que merecen más, la simple voluntad de cambio no basta, pues nadie come de intenciones. Hace falta mucho más, fundamentalmente hace falta convencerlos de que lo lograremos, que el temor no es una opción cuando se tiene certeza del triunfo. Hasta ahora no lo hemos logrado y cuando lo hemos intentado no se ha dado. No porque no hayamos querido, sino porque el chavismo ha conseguido el binomio perfecto para perpetuarse en el poder: bota y hambre…y han tenido éxito, al menos por ahora…
@BrianFincheltub