No les quedan ofrecimientos creíbles a quienes a lo largo de dos décadas han devastado la capacidad del país para generar riqueza y lo han convertido en una sociedad de menesterosos. Al no encontrar audiencia para más promesas, se sirven de amenazas. Un apparatchik, sobresaliente por la patanería de su actuación pública, ha comprimido los mensajes de la campaña oficialista en una frase mefistofélica: “¡aquí el que no vote no come!”.
En 2002, Chávez clamaba: “¡Todo ser humano, incluso desde antes de haber nacido, tiene derecho a la alimentación!”. En 2007, premonitoriamente, lo ajustó a: “¡No importa que andemos desnudos, que no tengamos para comer, aquí se trata de salvar la revolución!”. Hoy, el bravucón portavoz, quien por cierto luce cada día más rollizo, confirma cumplido el presagio de Chávez. Llegamos a la fase superior de la revolución, la de penuria alimenticia. La comida, por su disponibilidad y precio, no está al alcance de las grandes mayorías. Lo que era un derecho en 2002 es ahora una llave de control. Comerán quienes se dobleguen ante la revolución para la que, no olvidemos, la comida también ha sido un negocio. En todo su contenido, esta farsa electoral del 6/D es otra evidencia sustancial que alimenta el dossier criminal del régimen.