El estruendoso silencio que se escuchó el 6 de diciembre es una muestra palpable que los venezolanos han despertado ante la realidad de un país con hambruna, con imbatible inflación, con un país en emergencia social y con urgencia moral. A pesar de las triquiñuelas inocultables y de un descarado fraude electoral, pareciera no tan distante ese momento de apartar ese espejismo de atraso y vergüenza para llegar al realismo – que no “mágico”- de repensar la inserción de Venezuela en el Siglo XXI, que nos ha dejado atrás lo que lleva de vida.
Para ello, se hace imperativo desechar el miedo y la apatía, requisito para emprender cualquier tarea y alcanzar cualquier victoria. Estos convulsos tiempos nos invitan a prepararnos para lo más difícil, ya que tenemos a la vista un país muy dividido, desgarrado económica y socialmente, asfixiado psicológicamente, y con inmensas perversiones comunicacionales.
No hay reunión de más de tres personas, ni grupos de “chats” donde no aflore, con sentida preocupación, la urgente expresión: ¿Por dónde empezar el rescate de nuestro pais?
No es complicado. Respondiendo afirmativamente las tres preguntas que se presentan correctamente formuladas en la Consulta Popular. Invitando y apoyando a quien tenga a su lado a que haga otro tanto. Y que esa expresión de voluntad se propague llevando la voz alzada, el grito libertario de millones de venezolanos, donde sea necesario para dejar un formal testimonio de toda una nación que clama y merece labrarse un futuro mejor. Que esta Consulta sea el punto de partida que nos permita empezar a reconstruir un país de verdad, para salir del atolladero en que nos encontramos de una manera eficiente, con alternativas viables y con la rectitud que se merece una nación que viene de ser ultrajada y saqueada de manera deleznable.
Nuestra tarea y responsabilidad, así como el compromiso de todos los ciudadanos de buena voluntad, es consolidar y promover las interacciones que sean necesarias. Esa debe nuestra prioridad absoluta: la gente, la sociedad. Solo desde el compromiso se podrá constituir un poder capaz de forzar la realidad a un cambio.
Por supuesto que en este momento se hace impostergable luchar por alcanzar una democracia sana, sin fracturas, sin excesos de autoritarismo, con los poderes del Estado real y sólidamente autónomos. Pero para ello, resulta verdaderamente inaplazable dejar a un lado el temor, la indiferencia, la escasez de ideas y sueños. Ya no debe haber más espacio para la frustración. Todo es cuestión de empezar nosotros mismos y en nuestro entorno inmediato con nuestros celulares y nuestro entusiasmo a disposición de cuantos requieran unirse al coro nacional que ya está alzando su voz con brío y dignidad