A nadie le agrada ser ignorado, no ser visto ni escuchando, desatendido y silenciado, todos tenemos derecho a ser tomados en cuenta. La dignidad democrática es la herramienta que permite detectar problemas, reconocerlos, resolverlos con sabiduría y eficiencia. Lo vivimos a diario, se percibe la desesperación entre castristas, chavistas, similares, contrarios y adversarios. Son pocos quienes les otorgan la dignidad que hace tiempo perdieron por estulta malversación. El decoro democrático no puede extinguirse en retorcidas articulaciones políticas, su alcance no debe ser restrictivo por el juicio de algunos en perjuicio de la mayoría. Por eso, enfurece la rendición de cierta clase política y la aptitud diplomáticamente inhumana de la comunidad internacional. Convendrán una transición compartida entre el castro-madurismo y el G4; burlándose de la consulta popular que será ignorada y su mandato desacatado.
La ciudadanía padece con denuedo enfermedad, hambre, opresión, persecución y corrupción desenfrenada. No obstante, se muestra categórica en su voluntad, que termine la pesadilla, finalice el abuso arbitrario, regrese la democracia, vuelva la libertad. Y, con el esfuerzo de todos, darse un futuro transparente, respetuoso de los derechos humanos, severo en la aplicación de los deberes; unidos, en tendencias libremente expresadas, para reconstruir la Venezuela que presencia atónita como se derrumba, pero que siempre fue y es un pueblo digno, honrado; finalmente seducido por la mediocridad, escoltado por una corte de fanfarrones y acompañado de eunucos anodinos que se colgaron de sus gónadas para enriquecerse sin consideración ni paz con la miseria.
La dignidad democrática envuelve conductas éticas, valores e ideales. Tener conciencia del concepto para reconocer éxitos, fracasos, aceptar errores, intención de corregirlos, apreciar aciertos, rendir cuentas sin excusas ni justificaciones, sin complicidades ni simulaciones; voluntad coherente sin ambigüedad, lealtad y reciprocidad. Las equivocaciones se corrigen reconociéndolos, los pecados con penitencia y contrición, pretender esconderlos, con mentiras y dádivas, sólo consigue humillar a quienes aceptan ser esclavos sometidos a limosnas y bagatelas. Su justa interpretación impide que la política esconda a los ciudadanos minimizando su capacidad de juicio y participación.
A la oposición hay demasiado que criticarle. Alocuciones desperdiciadas en la acústica de la retórica, promesas absurdas, expectativas frustradas, resistencia para renunciar a la política evasiva e imprecisa, actuando con gatuperio, expresando medias verdades, explicando embustes sobre maniobras subrepticias, conversaciones y negociaciones inconsultas; sin dejar de mencionar la perversa corrupción y excesiva fragilidad para entender principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas.
La democracia no es silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos. (Enrique Múgica Herzog.)
La Venezuela maravillosa que el socialismo del siglo XXI prometió con frenesí es hoy un país de emigrados, en busca de lo que esta fingida revolución no les dio, les robó y sólo permitió sumisión. Sin embargo, la república continúa, la democracia, libertad y dignidad ciudadana no se arrodilla ni pacta con sus ruinosos, recibe golpes, insultos, pero no aguanta ni tolera a los vandálicos crueles y sigue adelante, a veces baja un poco la cabeza, pero se recupera como los toros bravos y continúa empujando. La libertad no se regala, se conquista con inmenso esfuerzo, constancia, valentía y formidable coherencia.
Rescatar la identidad, salvar la venezolanidad y sentido de pertenencia es vital; ser realistas, abandonar egoísmos y protagonismos. La política seria, comprometida debe tener capacidad de reconocer, distinguir ideas y opiniones diversas.
Cuando ilustrados deliberan sobre la reconstrucción nacional, con frecuencia olvidan, la recuperación del estado de dignidad, el respeto a la condición humana y los valores de libertad. Cómo se observa, cada día, en la agudización de las condiciones y calidad de vida en la Venezuela presente que se traduce en deterioro al derecho de la dignidad personal.
Persistir en la defensa de la verdadera dignidad tiene que ver con principios y de ningún modo con acomodos, beneficios y obsequios. No existe dignidad colectiva sin la individual. La recuperación e independencia de la dignidad va de la mano con el rescate de la democracia.
Por eso cientos de miles de profesionales, técnicos, trabajadores, jóvenes, viejos, responden con sinceridad y honor, participan, opinan, se involucran. Al contrario de la vergüenza ilícita, indican con coraje, conexión y exponen sentires con firmeza, ejerciendo la democracia como es, con dignidad y sin disfraces.
La democracia debe reverenciar su mínima definición, dejar de subsistir en la apariencia, certificar honorabilidad en las decisiones que consoliden derechos fundamentales, sin fungir como un recurso literario en escritos, pronunciamientos y discursos.
¡No se puede garantizar libertad si nuestras actitudes no reflejan dignidad política!
@ArmandoMartini