Semejante privilegio coincidió con la aprobación de la ley que establece una nueva fórmula para liquidar los salarios de los jubilados. Afecta mucho más al bolsillo de estos que la fórmula que en su momento ideó el gobierno de Macri. La disputa entre el oficialismo y la oposición se centró en establecer cuál de ellos había maltratado peor a los jubilados, no sobre quién había mejorado sus vidas. Dejemos de lado el palabrerío chicanero de la política ( Máximo Kirchner mostró en su discurso sobre la nueva expoliación a los abuelos que heredó también las filias y las fobias de su madre) y aferrémonos a los irrefutables números de la economía. La fórmula del cristinismo significará un ahorro para el Estado de 98.000 millones de pesos respecto de la de Macri, según un estudio de la Fundación Ieral. Es mucho dinero. La discusión se agota, y también el relato. La excepción es, de nuevo, Cristina Kirchner, que cobrará jubilaciones y retroactivos de una Anses quebrada. Como todo sistema autoritario, la casta dirigente aprovecha los privilegios, mientras a la mayoría social más vulnerable se le niega la justicia básica.
Al sistema previsional lo quebraron Cristina y Sergio Massa , que establecieron moratorias para los que no hicieron aportes. Sumaron casi 3 millones de jubilados que no habían hecho los aportes necesarios al sistema. A esa anomalía se le agrega la insensible realidad de que más del 40 por ciento de los trabajadores están en negro. No figuran, no existen, no aportan. Otro elemento nuevo, un problema ciertamente universal, es el aumento de la expectativa de vida. La gente vive más, pero los aportantes son cada vez menos. ¿Por qué no crearon un subsidio para las personas mayores que no pueden jubilarse, pero separado de la Anses, donde deberían estar solo los jubilados que aportaron? ¿Por qué le sumaron a la Anses una carga enorme de subsidios y ayudas sociales que nada tienen que ver con los jubilados? Así, el sistema no solo está en bancarrota; también es definitivamente inviable. O, dicho de otra manera, es solo viable para Cristina.
Marcelo Mindlin, que era el accionista mayoritario de Edenor , no necesitó que nadie le dijera que debía vender la empresa eléctrica. Le bastó con leer las recientes epístolas de Cristina Kirchner y escuchar su discurso de La Plata, en el que estableció cómo será la relación entre los precios, los salarios, las tarifas y la inflación. Un regreso, en síntesis, al señorío económico de Guillermo Moreno . Justo le habían aparecido a Mindlin compradores con estrechos vínculos con el poder cristinista: el incombustible José Luis Manzano y el todoterreno Daniel Vila . Hay un tercer socio entre los compradores: Mauricio Filiberti, del que solo se sabe que es un millonario proveedor de AySA, la empresa de agua que dirige Malena Galmarini , la esposa de Massa. Manzano llegó con lo puesto de su natal Mendoza en la década del 80 a la Cámara de Diputados. Luego de la famosa frase en tiempos de Menem que se le atribuye (“robo para la corona”), se convirtió en un empresario multimillonario con inversiones en petróleo, gas, electricidad, televisión por cable y canales de televisión. Raro país en el que algunos políticos (no todos, ni mucho menos) se hacen millonarios en la función pública mientras la pobreza crece exponencialmente. Los nuevos ricos tienen los apellidos Kirchner y Manzano, por ejemplo. Vila asistió en 2019 a la presentación del libro hagiográfico de Cristina ( Sinceramente ) en la Feria del Libro y se sentó en primera fila. Lo sentaron en primera fila, según contó luego públicamente. “Yo estaba dispuesto a sentarme en cualquier lugar, pero un representante de Cristina me indicó que debía hacerlo en primera fila”, dijo Vila. Los amigos son los amigos.