La dictadura se escuda en la peregrina excusa de las sanciones del imperio como causa de nuestros padecimientos. Veamos qué cuenta la memoria. En estos 22 años, el país recibió ingresos por más de un billón (con doce ceros) de dólares. Pero entre expropiaciones, confiscaciones y asedio a la producción privada, devastación de la PDVSA de 3.2MMBD, ocaso de las “socializadas“ empresas de Guayana, control de cambios como botín de millardos para marrulleros públicos y privados, financiación de la economía cubana, gigantescos negocios turbios con progres latinoamericanos y corrupción a manos llenas, se despilfarró ese billón, esos años de vacas gordas, de desmesurados precios petroleros. Anclados en ese despropósito, el tamaño de nuestra economía se ha reducido hoy a 25% de lo que era en 2014. Algo solo imaginable en un país en guerra
Si hiciéramos el ocioso ejercicio de reponerle los ocho ceros que festivamente le han quitado al Bolívar, y comparamos la tasa de cambio actual con la de finales de 1998, el valor de nuestro signo monetario sería unos 290 millardos de veces inferior al de hace 22 años. Aún no se han inventado sanciones que tengan el poder de provocar semejante debacle.