La lucha que libramos, desde hace 22 años, está cargada de sentido, misión y significado. La vocación republicana presente en nuestra génesis como nación potencia la convicción de rescatar la democracia y la libertad.
No cejaremos hasta alcanzar el objetivo de deslastrarnos de la ignominia que ha basado su predominio en la destrucción del país y la aniquilación del alma de los venezolanos, fagocitándose sus recursos e instituciones.
Ha derivado en el vacío que es su carencia estructural de representar los intereses del país, montado en antivalores e infatuaciones falsarias. El narcorrégimen chapotea en una cháchara ayuna de verdad, integridad, grandeza y trascendencia.
Hay que recuperar la integridad del sistema político. Tolerancia cero con los mentirosos desprovistos de carácter para ser verdaderos líderes. Se trata de privilegiar el bien y combatir el mal. La mentira induce al error, a la simulación de hechos que son falsos, que no existen.
Preconizamos una campaña por la verdad promovida por líderes que edifican con su ejemplo, siendo éste el mejor medio para que confíen en ellos.
Venimos de una caída económico-social de 33%, que suma una contracción de 80% acumulada desde 2013. El tamaño de la economía se redujo a la mitad de la de República Dominicana, de Guatemala, de Costa Rica y de Ecuador. La producción petrolera cayó a menos de 400.000 barriles diarios. Sufrimos la hiperinflación más longeva del mundo.
Venimos de perder una gran oportunidad para el cese de la usurpación -ésta irrumpió hace 2 años-, la dirección democrática perdió la claridad de los objetivos y se deslegitimó. Borremos aquella conseja conformista y paralizante de “eso es lo que hay”. Ya basta de arar con los bueyes del fracaso, quizá en una época valió la frase “de que con los bueyes que tienes debes arar”. Recuerdo que al cabo de un directorio de la Fundación La Salle presidida por ese titán de feliz memoria y constructor de país: el hermano Ginés, me señaló un cuadro colgado en el salón de junta, con unos bueyes y un arado. Y señalaba como causa del atraso y no cumplimiento de algunas metas previstas en los planes, a esos determinados bueyes con los que te veías en la necesidad de arar. En esta era del conocimiento es hora de abandonar esa teoría positivista y complaciente del atraso. Se perdió ciertamente una gran oportunidad, pero la lucha no se ha perdido, entramos en otra dinámica con nuevos referentes y estrategias.
Nos negamos a la normalización mafiosa en medio de una pax criminal con una población entera muriéndose de hambre y con la ambigüedad de bodegones para unos poquísimos. La tiranía busca parar la resistencia-estabilizar-consolidar el control. Los criminales no se avienen con dinámicas políticas, quienes se arreglen pasarán a ser cómplices del entramado.
Tomemos nota del contexto de la normalización de la muerte. 353 presos políticos; de 15.684 arrestos arbitrarios 9.034 personas están sujetas a presentación y medidas cautelares. A sus defensores se les niega el acceso a la justicia.
Están siendo criminalizadas, una a una, las organizaciones civiles que hacen trabajo humanitario. La claque gobernante, con el peso de ser señalada de delitos de lesa humanidad y violación sistemática de los derechos humanos, favorece el lavado de dinero sucio con la somalización del territorio entre bandas cubanas, guerrilleras, sirias, turcas, iraníes, rusas, chinas.
Vemos muy difícil que el nuevo gobierno de Biden, favorable al multileralismo, niegue las premisas anteriores. De ellas se desprende un serio problema para la seguridad hemisférica que no debería ser ignorado, cabe la legítima defensa de otras naciones. Se equivocaron actores internacionales al enfrentar al régimen con esquemas convencionales.
Como hemos visto, nada ha cambiado para ir a elecciones. Significaría reconocer al usurpador. Ellos que ignoraron la famosa marcha de un millón de personas, mucho menos harán caso a una falsa elección, más bien adjudicación.
Levantemos el espíritu de lucha. Tenemos que seguir siendo, no pararnos y decirle no a la mentira. No bajemos la cabeza. La lucha existencial no acaba y Dios está al lado de los buenos caminos. La única salida es el cese de la usurpación.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!