Ambos están sentados sobre el piso en un departamento vacío. El hombre, unos treinta años mayor que la joven de jeans y rulos, la da vuelta con cierta violencia y la pone boca abajo. Él queda a sus espaldas. Entonces, le baja el pantalón y toma un trozo de mantequilla como lubricante y la viola analmente. La joven llora lágrimas verdaderas.
Por infobae.com
Él es el famoso Marlon Brando, de 48 años. Ella, la novel actriz María Schneider, de 19. La película que se está filmando es El último Tango en París y la dirige el célebre director de cine italiano, Bernardo Bertolucci.
Si bien no hay penetración y la violación propiamente dicha es escenificada, lo que acaba de suceder allí (se sabrá en muchos años más) sí es un abuso. Porque hubo una acción inconsulta y pergeñada a espaldas de la víctima.
En aquel entonces la película fue un éxito rotundo y el mundo, ignorante del trasfondo, aplaudió de pie lo que se conoció como “la escena de la manteca”. Era el año 1972.
Hace 49 años las cosas eran bien distintas. Hoy, seguramente, una actriz no permitiría algo que no hubiese acordado y un director o actor de renombre no arriesgarían su trayectoria para concretar un abuso ante las cámaras.
A diez años de la muerte de María Schneider, ocurrida el 3 de febrero de 2011, contaremos el antes y el después de esos minutos de su historia que le cambiaron la existencia.
Marlon, Bernardo y un plan “realista”
El argumento de la película cuenta el apasionado affaire de la joven Jeanne con Paul, un sádico y abusivo viudo extranjero, cuya mujer se suicidó.
Durante años nada se dijo sobre los detalles de la filmación y de la toma cinematográfica en cuestión.
En 2007, María Schneider otorgó una entrevista al Daily Mail donde reveló que la famosa escena de la película, donde el personaje encarnado por Brando usa manteca para sodomizarla, no había contado con su consentimiento. Esa escena, explicó, no estaba en el guión: “Me informaron justo antes de filmarla. Debí llamar a mi agente o tener un abogado en el set de rodaje porque no puedes forzar a alguien a hacer algo que no está en el guión, pero yo no lo sabía. Marlon me dijo que no me preocupara, que solo era una película, pero yo estaba llorando de verdad (…) Me sentí muy mal porque me habían tratado como a una sex symbol y yo quería que se me reconociera como actriz. Para ser honesta me sentí humillada. Me sentí un poco violada por ambos (…)”. De hecho, luego de terminar la película, María no quiso volver a ver a Bertolucci ni hablar con él.
Aunque parezca increíble, su revelación a la prensa no provocó ninguna reacción. María decía su verdad, pero a nadie le interesaba. Otra vez, le veía la espalda al universo.
En el año 2013, dos años después de la muerte de María Schneider, el que confesó fue el mismo Bernardo Bertolucci. En el reportaje contó cómo se había gestado aquella escena por la que la película sería siempre recordada. Y para lograrlo había contado con la complicidad de Marlon Brando.
“Estábamos desayunando con Marlon en el departamento. Él estaba poniendo manteca en una baguette. Hablábamos de cómo hacer esa escena. Nos miramos el uno al otro y, enseguida, no tuvimos que decir nada más, ya sabíamos lo que queríamos (…)”, reconoció sin tapujos, ” (…)… me sentí terrible con María porque no le dije lo que sucedería porque yo quería su reacción como una chica, no como una actriz. Yo quería que reaccionara, que se sintiera humillada (…) no le había dicho lo de la manteca que usaríamos como lubricante. Todavía me siento muy culpable (…) No me arrepiento, pero me siento culpable. (… ) Siento que para hacer cine y obtener algo uno tiene que ser libre (…) No quería que María actuara su humillación y su rabia; quería que María sufriera la rabia y la humillación. Y ella me odió para toda la vida”.
Como suele suceder, el público suele ser indulgente con algunas estrellas (también lo fue con Roman Polanski y Woody Allen, hombres de luces con pies de barro). Y, otra vez, no pasó nada con lo que el cineasta expresó en público.
Ola póstuma
Fue recién a finales de 2016, ante una ola de mujeres que comenzaron a revelar abusos en el mundo del cine y el espectáculo, que el caso reflotó.
Ahora sí había mujeres y hombres que querían ver lo ocurrido con ojos más realistas. La opinión pública se encendió de tal manera que, con 76 años, Bertolucci tuvo que emitir un comunicado. En él explicaba que la actriz había leído el guión y que lo que no sabía María era que usarían mantequilla: “Algunos han creído que ella no estaba informada de la violencia. Falso. María sabía todo porque había leído el guión, donde todo estaba escrito. He dicho, pero tal vez no he sido claro, que decidí no informar a María, sobre el uso de la mantequilla, para que tuviera una reacción espontánea a ese uso impropio (…) Consuela y a la vez aflige que haya gente aún tan naïf que cree que lo que ve en cine ocurre en la realidad. No saben que en el cine el sexo es siempre una ficción y probablemente creen que cada vez que John Wayne dispara a su enemigo, este cae muerto de verdad”.
Esta vez, la viralización exponencial que lograron las redes, fue una catarata imparable que lo inundó todo.
El actor Chris Evans se mostró consternado por las revelaciones de Bertolucci y escribió en Twitter: “Nunca veré esa película, a Bertolucci o a Brando como antes. Sobrepasa lo asqueroso. Siento rabia”. La actriz Jessica Chastain dijo en la misma red social: “A toda la gente que adora esa película: están viendo a una chica de 19 años violada por un hombre de 48. El director planeó el ataque. Me pone enferma”. Y Evan Rachel Wood se sumó escribiendo: “Es ultrajante y te parte el corazón. Ambos están enfermos si creen que lo que hicieron está bien”. Pero María ya no estaba para verlo.
Padre ausente y madrina famosa
María había nacido en París en el año 1952. Era el fruto de una relación poco feliz entre la modelo rumana Marie-Christine Schneider, que tenía una librería en París, y el actor Daniel Gelin, quien estaba casado.
Su madre comenzó a criarla en soledad, en una ciudad pegada a la frontera con Alemania, pero luego confirió su cuidado a una niñera durante dos años. Tiempo después pensó que sería mejor dejarla con su hermano. Así fue que María terminó viviendo con Michel Schneider y su mujer.
María no llevaba el apellido de su padre y lo vio muy poco durante su adolescencia, pero heredó su vocación.
A los 15 años dejó su casa y se instaló en París. Para ganarse la vida comenzó a vender ilustraciones y dibujos y a posar como modelo para distintas marcas de jeans. Viviendo en la capital francesa, descubrió el cine y se enamoró. Se maravilló con la ambigüedad sexual de Greta Garbo y la fragilidad de Vivien Leigh. Se reconectó con su padre, pero la relación siguió sin funcionar. No le dio ningún apoyo profesional ni le ofreció vivir con él. Fue, sin embargo, una ex compañera de set de Daniel Gelin quien se apiadó de María: Brigitte Bardot. La famosa actriz sintió lástima por la adolescente: le dio una habitación y la contactó con la agencia William Morris. A partir de entonces, Brigitte sería como una segunda madre para ella. Seguirían en contacto hasta la muerte de María, hablando por teléfono cada domingo.
El caso es que, sin estudiar interpretación, a los 15 años María Schneider logró debutar en teatro. A los 17, obtuvo su primer protagónico y un papel en una película con Alain Delon. Esos dos primeros años María usó el apellido Gelin, quizá pensando que la ayudaría a conseguir trabajo, pero luego volvió al Schneider.
Su carrera despegaba. Se presentó a miles de castings de distintos países y, en 1972, quedó seleccionada para uno de Bernardo Bertolucci. Ya había hecho, para ese entonces, unas seis películas.
El último tango en París fue un éxito a pesar de haber recibido denuncias por obscenidad y censuras en varios países. En España (donde gobernaba Franco) y en Chile (bajo el régimen de Pinochet) estuvo censurada; en Italia, donde Bertolucci era miembro del Partido Comunista fue condenada por obscenidad; en Brasil pudo verse recién en 1979. Aun así, la película estuvo nominada en 1973 para los premios Oscar en los rubros Mejor Actor y Mejor Director, pero no consiguió ninguno.
Muchas drogas, ningún desnudo y bisexualidad
Luego de la pésima experiencia, sin embargo, María siguió adelante con su carrera. Eso sí: decidió que no aceptaría más ni un solo desnudo.
En 1974, María se animó y salió del closet: anunció que era bisexual. En 1976 abandonó el set de filmación de la película Calígula (donde actuaba junto a Gerard Depardieu) diciendo que el contenido era pornográfico: “Soy actriz, no una prostituta”, lanzó para ser escuchada. Y luego se internó por varios días en un hospital mental, con su pareja, la fotógrafa Joan Townsend. Esto, sumado a que no quería desnudarse para el filme, terminó con su salida del largometraje. Años después, María explicaría que esa internación se debió a que Joan “era esquizofrénica y yo la quería ayudar”.
En 1979 decidió participar en un filme cien por ciento feminista que se llamó Una mujer como Eve, que relataba la historia de una holandesa que dejaba a su marido por una mujer.
Los setenta fueron para María años de intensa experimentación con distintas drogas y travesías por psiquiátricos. Odiaba su éxito con El último tango en París, odiaba ser considerada una sex symbol, odiaba la fama… Para olvidar sus odios recurría a la marihuana, a la cocaína, el LSD y la heroína. Incluso, en varias oportunidades, intentó morir.
Al Daily Mail le admitió : “No me gustaba ser famosa y las drogas eran mi salida. Intenté suicidarme dos o tres veces tomando pastillas, pero cada vez que lo hice, me desperté cuando la ambulancia llegó. Sobreviví porque Dios decidió que no era mi hora de partir”.
A pesar de sus adicciones y vaivenes mentales, siguió trabajando. Actuó junto a Jack Nicholson, David Bowie y Marlene Dietrich… En 1980 fue nominada para los premios César por su papel de una prostituta violenta. Por esos años conoció a alguien que fue fundamental para que recobrara el apego a la vida: “Perdí muchos amigos, pero conocí a alguien en 1980 que me ayudó a detenerme. Es mi ángel y seguimos juntos desde entonces. No diré si es hombre o mujer, quiero mantener el secreto”. Cuando María murió, su compañera Pia, fue públicamente a despedirla y cerró su adiós diciendo: “Ciao Bella, ciao María”.
En esa jugosa entrevista dijo también otras cosas: “Marlon era tímido con su cuerpo, pero para mí la desnudez no era un problema en esos días, yo pensaba que era bella (…) Volví a ver la película hace tres años (se refiere al año 2004), luego de que Marlon Brando muriera. Me pareció kitsch. Creo que Bertolucci está sobrevalorado y que él no hizo nada más con ese mismo impacto de El último tango en París. Era gordo, sudoroso y muy manipulador (…) Todo el escándalo después de la película me volvió un poco loca y tuve un quiebre”.
Por ese filme, Marlon y Bertolucci, ganaron fortunas. María sólo unos 5.000 dólares de hoy. Ella solo dijo al respecto: “¡¡y pensar que Bertolucci era comunista!!”. Al final del reportaje admitió con ácido humor: “En casa nunca más compré manteca para cocinar…Solo aceite de oliva”.
Queda claro que para ella, después de esos fotogramas, la vida fue muy distinta a lo que había imaginado.
María murió en París, a los 58 años, por un cáncer que se propagó hasta arruinar sus pulmones. Había respirado demasiada hipocresía.