Frente a la fea y tediosa comicidad oficial, se alza el humor inteligente del venezolano. La sátira espontánea, el sarcasmo oportuno y la ironía militante hablan mejor de la realidad. Empero, corre por las clínicas públicas y los hospitales privados el aliento de Dios, a través del trabajo voluntario de hombres y mujeres que bendicen y reciben la bendición de los pacientes.
Sobre todo los niños, por difícil que sea la situación, celebran a los payasos que les animan esperanzadoramente, batiendo la risa por ese medicamento maravilloso de la gracia. A pesar de los pocos recursos disponibles, con problemas también inmensos en casa, los voluntarios realizan con mucha fe una labor qué hora por otra, le agradecemos todos y cada uno de los venezolanos.
Corta la nota de hoy, se desea intensa para referir la dignidad no pérdida en medio de la densa tempestad. El payaso hospitalario nos mantiene en pie de lucha: los valores se agigantan. Los aplaudimos.