A fines de enero, Brasil había pedido 100 millones de dosis de CoronaVac a China. Pero hasta ahora solo se han entregado 6 millones. Indonesia ya había reservado 125 millones de dosis y Chile otros 60 millones, pero al igual que Brasil, ambos recibieron solo una fracción muy por debajo de las necesidades y expectativas generadas por el inmunizador chino: tres y cuatro millones de dosis respectivamente.
Una encuesta realizada por la firma de investigación y consultoría Gavekal mostró la brecha entre la promesa y la realidad (ver más abajo). De un total de más de 500 millones de dosis prometidas a trece países, solo 21 millones se habían entregado a fines de enero.
Los datos globales indican que China no ha logrado satisfacer ni siquiera su demanda interna. China, cuna de la pandemia y centro de producción de vacunas, llegó en febrero con 31 millones de dosis aplicadas. Considerando el tamaño de su población como un pobre desempeño, con una tasa de vacunación per cápita ocho veces menor que la del Reino Unido (ver abajo).
A pesar de la evidente incapacidad para satisfacer su demanda interna, y mucho menos la global, China ha transformado la desesperación por la vacuna en un instrumento de presión que en ningún otro lugar ha tenido más éxito que en Brasil. Utilizando la polarización política brasileña, logró reunir suficiente apoyo a su alrededor para intercambiar vacunas para el fin de una posible restricción a la participación de Huawei en la licitación de redes 5G.
En Argentina, el golpe maestro vino de Rusia. Casualmente, cinco días después de enviar 300.000 dosis del inmunizador Sputnik V a Buenos Aires, Moscú ganó un controvertido contrato con los argentinos. El gobierno de Alberto Fernández otorgó a Vladmir Putin la autorización para construir una base de recepción de señales satelitales en territorio argentino.
Formalmente para la investigación civil, la instalación, si se erige, puede servir como fachada para ocultar propósitos militares. La misma estrategia que utilizaron los chinos cuando erigieron su base militar en la Patagonia, bajo el gobierno de Cristina Kirchner.
Según la ley argentina, el acuerdo con los rusos debía presentarse al Congreso. La oposición a Fernández intentará exigir que se siga la regla. Pero en tiempos de miedo a la muerte, la ley puede convertirse en un problema a la hora de vacunarse a toda costa.
En Brasil, el Sputnik se ganó la preferencia de las autoridades federales y emocionó a parte de la opinión pública. En cierto modo, con razón, como indican los resultados preliminares para la eficacia de la vacuna.
Pero, ¿qué nos cobrarán los rusos a cambio? Difícil de encontrar algo. Desde el gobierno de Dilma Rousseff, Putin ha intentado llevar equipos de guerra a Brasil con el pretexto de equilibrar la balanza comercial.
Por el momento, el precio real de las vacunas es la especulación. Pero pronto sabremos cuál será.
Este artículo se publicó originalmente en Paralelo39 el 8 de febrero de 2021. Traducción libre del portugués por lapatilla.com