Ahora sucede una paradoja: partidos democráticos, que creyeron en las elecciones, andan en una política abstencionista militante, pero sin la preparación para las acciones subsecuentes que ello implica, más bien buscan la participación de fuerzas extranjeras. El mundo al revés. La mejor opción para el régimen de Maduro es que las fuerzas democráticas, abrumadoramente mayoritarias, sigan en la posición en la cual están, manteniendo un estado de cosas inviable y negados a participar en las elecciones. De allí las constantes provocaciones de sus voceros para desmotivar y desalentar la participación en las elecciones. La zona de confort de Maduro reside en una oposición renuente a hacer política de calle y que más bien incursione en la búsqueda de atajos, procurando en apariencia el camino más corto, que termina siendo el más largo y doloroso.
Por lo anteriormente planteado, las fuerzas democráticas deben unificarse en torno a la participación electoral, retomar la calle, el contacto con el pueblo, con una política de acumulación de fuerzas y dejar de estar tirando paradas como el jugador de dados, que cuando pierde una mano redobla la apuesta buscando el desquite. Hay que prepararse para sortear los obstáculos que van a poner con el nombramiento del CNE y la ley del parlamento comunal, todos ellos distractores para que sigamos donde estamos: en un laberinto. Con un régimen tan anti popular como el de Maduro, una política unitaria va a significar el comienzo real para la liberación de Venezuela. Vamos con fuerza y sin miedo a la reconquista del derecho a votar y a elegir.