Recientemente diversas organizaciones de la sociedad civil, gremios y dirigentes políticos han asumido públicamente lo que hasta hace poco era una convicción mantenida en espacios reservados; al afirmar que la solución a la crisis que confrontamos pasa necesariamente por un proceso de negociación.
La experiencia de anteriores intentos de diálogos y negociaciones políticas no fueron percibidas por sectores importantes de la opinión pública como mecanismos idóneos para la solución de conflictos. Al no producir los resultados esperados se generó un clima de desconfianza hasta el punto que prácticamente se satanizó la sola mención de la palabra negociación. Por su parte el régimen de Maduro y su aparato comunicacional contribuyeron a proyectar ese ambiente de incredulidad.
Es sumamente comprensible que organizaciones de la sociedad civil, vinculadas a la lucha por la defensa de los Derechos Humanos y al tema de la emergencia social, propicien encuentros en la búsqueda de aliviar la crisis en materia a la ayuda humanitaria y al problema de la pandemia, analizando, entre otros aspectos, fórmulas para la obtención de la vacuna.
La situación de los gremios y sindicatos que están participando de reuniones para mejorar las condiciones de vida de sus afiliados, obedece a la lógica de su razón de ser, no puede ser descalificado tales propósitos si se informa a los interesados de los objetivos de esas conversaciones.
El planteamiento de realizar elecciones libres y verificables solo podrá alcanzarse mediante una negociación política, corresponde a los actores de ese campo ser los protagonistas del proceso, las organizaciones sociales y gremiales han advertido que no pretenden sustituir a los dirigentes políticos en el rol que les corresponde, están consciente que ello constituiría un grave error.
Las iniciativas que están en marcha, en alguna medida, vienen a llenar un vacío frente a la inhibición de los partidos políticos, al no responder oportuna y apropiadamente a la gravedad de la crisis que confrontamos. Tales iniciativas no están exentas de riesgos, sobre todo si entre ellas no hay la articulación necesaria y la conexión con la dirección política. Estar conscientes de los peligros que entraña conversaciones o negociaciones desde distintas plataformas sin un mínimo de coordinación, más allá de las buenas intenciones, pueden conducir a nuevas frustraciones.
El marco de la actual situación política se dificulta aún más, cuando la Dirección fundamental de la oposición está en mora con el rediseño de la plataforma unitaria y la ruta estratégica para alcanzar el cambio político. Esa carencia ha estimulado también el surgimiento de diferentes iniciativas en el campo político, tanto de grupos organizados como de individualidades y dirigentes políticos en la búsqueda de repuestas a las interrogantes planteadas.
No se dispone de mucho tiempo para atender las exigencias planteadas, a medida que pasan los días surgen nuevas situaciones y se acumulan los problemas. A pesar de las complejidades y los riesgos se presentan posibilidades y alternativas para recuperar el campo opositor, ellas podrán ser potenciadas con la orientación de una dirección política que actúe con coherencia y de la manera más unitaria posible.
Es imprescindible reconocer la realidad tal como es y no como quisiéramos que ella fuera, esa es una condición indispensable para reformular la estrategia y aprovechar las potencialidades dado el malestar social existente. Se hace necesario aprender de los errores del pasado reciente, no sobreestimar nuestra fuerza, ni subestimar las capacidades de maniobra del adversario. En anteriores episodios de esta lucha las dificultades han sido superadas por la elaboración de una política atendiendo a la realidad, y la acción perseverante y unitaria. En esta oportunidad nuevamente la conducción tiene que situarse a la altura de las exigencias planteadas.