Gracias a un acuerdo entre gobiernos, la empresa china Haier apoyaría la creación de una fábrica venezolana con insumos y transferencia de know how. Si se hubiera hecho realidad, para este 2021 ya casi todos los hogares venezolanos tendrían una nevera, una lavadora y un aire acondicionado de esa marca hechos en Venezuela. Sin embargo, al tiempo que proyectaba la producción local de electrodomésticos baratos, el gobierno de Hugo Chávez, importó 750 millones de dólares de esos aparatos, y la fábrica nacional fue una decepción.
ISAYÉN HERRERA
El 25 de noviembre de 2011, el presidente Hugo Chávez dirigía a distancia y de forma televisada el comienzo de la construcción del complejo industrial de electrodomésticos Haier.
Una comitiva de ejecutivos chinos, sentada en el estudio del presidencial Palacio de Miraflores, mirando en sus pantallas al presidente venezolano por un lado, y al inicio de la obra por el otro, estaba atenta a la traducción que les llegaba por los audífonos.
Fuera del estudio, en la transmisión remota desde San Francisco de Yare -población del estado Miranda, a 77 kilómetros al oeste de Caracas-, estaba Yuri Pimentel, entonces viceministro venezolano de Planificación, como maestro de ceremonias de un momento auspicioso. Cuatro palas enterradas en la arena le acompañaban, un lazo rojo de adorno en cada una de ellas y una piedra fundacional en el medio del terreno, junto a un representante de la empresa china de electrodomésticos.
El proyecto prometía -de corto a mediano plazo- la independencia tecnológica para que en Venezuela se llegaran a fabricar los artefactos domésticos de la llamada línea blanca (lavadoras, cocinas, neveras, aires acondicionados) a bajo costo para los hogares pobres de Venezuela. Nadie lavaría más nunca a mano, ni pasaría calor. Mucho menos perdería la comida por falta de refrigeración. Así lo ordenó en ese momento Chávez.
Cuando está por cumplirse una década de aquel evento, en Yare quedó, más que una línea blanca, una promesa en blanco. h
Como se dio el negocio en la práctica, China pagó y se dio el vuelto: los préstamos de Beijing para financiar el levantamiento de la fábrica de electrodomésticos en esa localidad de los Valles del Tuy finalmente se usaron para comprar productos terminados de ese mismo tipo al propio país asiático.
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