Este tema debería ser abordado por las autoridades públicas con la urgencia debida pero eso no ocurre porque más del 80% de los cargos públicos de elección popular en Venezuela son ejercidos por hombres. No se puede esperar que los hombres mostremos, me incluyo, especial sensibilidad para diseñar políticas públicas con enfoque de género cuando nosotros no sentimos ningún temor a una agresión de carácter sexual al caminar por la calle, ni escuchamos comentarios ofensivos con carga explícitamente sexual expresada por desconocidos en la vía pública (los asquerosamente normalizados “piropos”), ni tenemos que escuchar con estoica paciencia mensajes de autoridades religiosas que, explicita o veladamente, hacen un anatema de los debates sobre salud reproductiva (hasta hace relativamente poco la iglesia católica ejercía fuerte oposición al uso del condón y, en la actualidad, olvidando que somos un Estado Laico, ejerce, junto con los ahora empoderados protestantes, fuerte oposición al debate sobre la despenalización del aborto).
Ser mujer en Venezuela implica estar bajo condiciones de grosera subordinación al hombre y es claro, más que claro, que nosotros los hombres no nos damos cuenta con facilidad porque estamos cómodos con nuestra indignante y forzada superioridad. Las pocas mujeres que ejercen roles de relevancia política han tenido que masculinizarse, es decir, mostrarse agresivas, amarrarse un moño y “hablar golpeado” para sobrevivir en un medio donde la sensibilidad, la afabilidad y la cortesía en las mujeres es malinterpretada. Hay excepciones que, por ser excepciones, confirman la regla.
Una dirigente socialdemócrata, feminista hasta los tuétanos y, por tanto y lógicamente adeca, Evangelina García Prince, solía decir que la verdadera igualdad de la mujer comienza con mujeres ejerciendo el poder político. Cada día que pasa, en medio de nuestra injusta y desigual sociedad, estoy más convencido de ese argumento. De tener una cuota obligatoria de mujeres en los cargos de representación pública, de al menos un 50% en correspondencia con el hecho de que las mujeres son al menos la mitad de la población, tendríamos más posibilidades de que los problemas que afectan a la mujer sean debatidos en público. Hoy, sin suficientes mujeres en esos cargos, las mujeres son objetos y no sujetos de pleno derecho. Si lo noto yo, con la miopía propia de ser hombre, ¿cómo será de grave el problema visto desde la perspectiva de la mujer?.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica