“Las mujeres éramos un hueso duro de roer y eso tenía que ser castigado con mucha más saña que a los hombres”, relata a la AFP Beatriz Bataszew, víctima de la violencia sexual contra la mujer en la dictadura de Augusto Pinochet.
Han pasado casi 50 años pero esta psicóloga, de 66 años, mantiene vivo el recuerdo de los siete días de horror que vivió en el centro de tortura conocido como “Venda Sexy” en septiembre de 1974.
Ubicado en el este de Santiago, este lugar se especializó en la aplicación de vejaciones de tipo sexual, una forma de tortura que la Justicia chilena recién ha comenzado a sacar a la luz.
Los métodos iban desde torturarlas delante de sus parejas hasta introducirles ratas en la vagina, aplicarles corriente en los genitales, o dejar que las violara un perro amaestrado.
Junto al portón metálico por el que ingresó hace casi medio siglo, Beatriz recuerda a la “Venda Sexy” como “un lugar de tortura, exterminio y violencia político sexual”.
“Aquí están nuestros gritos, nuestros llantos”, comenta mientras señala el piso superior donde estaban detenidas las mujeres, a veces hasta 25 en una sola habitación, malheridas por las sesiones de tortura y atormentadas por el volumen de la música que sonaba sin descanso para opacar “los gritos, el llanto de las personas que estaban siendo victimizadas adentro”.
En su interior, los prisioneros permanecían con los ojos vendados y la música ambiental a todo volumen no cesaba, por lo que también el lugar era conocido como la “Discoteque”.
Hoy, es una casa privada pese a estar reconocido como lugar de memoria.
Fuera en la calle, una improvisada figura de metal sostiene fotografías de detenidas que murieron o desaparecieron en su interior junto a una placa que reza: “Aquí, en Venda Sexy, mujeres militantes populares resistieron y sobrevivieron a la violencia político sexual ejercida por la dictadura cívico-militar”.
– Violencia con contenido de género –
Más de 40.000 personas fueron torturadas y 3.200 asesinadas o desaparecidas en los 17 años que se extendió el régimen de Pinochet (1973-1990).
De todos quienes presentaron sus testimonios a la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura en 2005, conocida también como “Informe Valech” -que escuchó el relato de más de 35.000 personas-, un 12,9% eran mujeres (3.399).
La mayoría fue detenida durante los tres primeros meses de la dictadura, a edades que fluctuaban entre los 21 y los 30 años; 229 estaban embarazadas, y de ellas, 15 dieron a luz en calidad de prisioneras.
Un reciente fallo de la Justicia chilena estableció por primera vez la necesidad de separar el delito de secuestro agravado de aquel de tormentos con violencia sexual, al haber instituido “una forma específica de violencia contra la mujer”, dice la sentencia.
Esta sentencia condenó a tres agentes de la policía política de la dictadura como autores de secuestro y la aplicación de tormentos con violencia sexual.
“Es un gran paso porque es la primera vez que se designa que hay violencia con contenido de género”, dice a la AFP Patricia Artes, portavoz del colectivo Memorias de Rebeldía Feminista.
Cristina Godoy-Navarrete, inmunóloga clínica ya jubilada de 68 años, fue una de las primeras en ingresar a la Venda Sexy.
“Cuando llegué había solamente dos mujeres más. Te llevaban a un subterráneo donde tenían equipos para poner electricidad (…) y donde tenían al perro adiestrado [para las violaciones]”, explica a la AFP desde Londres, donde se exilió tras ser liberada un año después de su detención en 1974.
“Ojalá pueda sentar un precedente judicial para que estos crímenes (…) sean catalogados como un crimen de lesa humanidad”, afirma sobre la histórica sentencia.
– Mujer como instrumento de tortura –
El informe Valech recoge testimonios de mujeres obligadas a mantener relaciones sexuales con sus padres o hermanos. Muchas fueron detenidas y torturadas para aterrorizar también con ello a sus parejas o familiares.
“Me tenían para ser torturada delante de él en mi condición de su mujer”, relata a la AFP Erika Hennings, esposa de Alfonso Chanfreau, un estudiante de filosofía y dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que aún permanece desaparecido.
Erika, educadora jubilada de 69 años, estuvo detenida por 17 días junto a otras 80 personas, hombres y mujeres, en el centro de torturas “Londres 38”, en el centro de Santiago, hacinados en una única habitación, sin camas y con los ojos vendados 24 horas.
Ahí “me conecté por primera vez con la maldad y la crueldad”, afirma sobre esos terribles días que vivió a sus 22 años. Se sintió “usada como mujer”.
“Quisieron golpear a Alfonso con este elemento de su mujer sometida”, afirma.
– Por las que no sobrevivieron –
En Villa Grimaldi, otro centro clandestino de torturas de Santiago, estuvo detenida y asilada por 10 días Shaira Sepúlveda.
“Ellos sentían un placer especial en tratar de denigrar, de destruir a las mujeres”, señala hoy a sus 72 años en el jardín de rosas levantado para recordar a 190 prisioneras que fueron asesinadas o desaparecidas, entre ellas 35 en Villa Grimaldi.
Por este centro también pasó Michelle Bachelet, dos veces presidenta de Chile y actual comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos.
“Me da rabia, me da ira, me da bronca de ver cómo aprovecharon para destruir y matar a nuestras compañeras. No lograron lo que querían y espero que algún día podamos tener justicia porque ellas se lo merecen”, agrega acariciando las flores con su mano.
AFP