El tema ya era delicado desde las manifestaciones del movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan). En plena introspección sobre el pasado colonial británico, el príncipe Enrique ha levantado ampollas al afirmar que el racismo había desempeñado un “papel importante” en su decisión de irse del Reino Unido con Meghan, su esposa.
El segundo hijo del príncipe Carlos y Lady Di dice haber evolucionado mucho sobre este tema. Él que en sus años de juventud causó un escándalo disfrazándose de soldado nazi en una fiesta y llamando “Paki” a uno de sus compañeros cadetes del ejército explicó el domingo a Oprah Winfrey que su esposa mestiza le había hecho concienciarse sobre el racismo.
“Pasé muchos años (…) con mi propio aprendizaje”, declaró el duque de Sussex, de 36 años, recalcando que, como creció en un entorno ultraprivilegiado, “no estaba al tanto” de los problemas raciales.
“Pero Dios mío, no se tarda mucho en darse cuenta de ello”, añadió.
Desde Estados Unidos pidió a la prensa sensacionalista británica, a la que acusa de racismo hacia Meghan, que también evolucione.
“Estados Unidos tiene una larga y profundamente trágica historia en lo que respecta al racismo. Pero lo reconoce y lo sabe”, explicó a la AFP Lola Adesioye, experta británica sobre temas raciales con sede en Nueva York. “Todavía tengo la sensación de que el Reino Unido se hace ilusiones (…) con la idea de que el racismo no es realmente un problema allí y que es un problema estadounidense”.
“Entonces, cuando escuchas a alguien como Meghan Markle, que es claramente una mujer moderna, hablar sobre algunos problemas raciales que afrontó en la familia real (…) es algo muy difícil de entender para los estadounidenses”, estima.
– Un debate honesto –
El palacio de Buckingham dijo que la reina Isabel II se tomó “muy en serio” las acusaciones de la pareja, que asegura que un familiar hizo referencia al color de la piel que tendría su hijo Archie durante el embarazo. La soberana de 94 años afirmó que el caso se abordará “en privado”, aunque la forma en la que cada uno recuerda las cosas “puede variar”.
Para el historiador David Olusoga, las acusaciones de la pareja deberían conducir a “un debate nacional franco” sobre el racismo. Pero “me temo que habrá otra demonización de Meghan y Enrique”, escribió en el periódico The Guardian.
Él estima que parte de la sociedad británica vive inmersa en la “negación” y es incapaz de reflexionar sobre sí misma.
Este debate revela una profunda brecha entre quienes creen a Meghan y quienes la acusan de intentar promocionarse.
El primer ministro Boris Johnson se niega a implicarse. Se limita a aplaudir el “papel unificador” de Isabel II que reina sobre el Reino Unido y la Commonwealth, una asociación de 54 países heredada del imperio colonial británico. La mayoría de sus 2.400 millones de habitantes no son blancos.
Aún así su gobierno propuso el martes una ley que aumenta de tres meses a 10 años las penas por dañar un monumento. El verano pasado varias estatuas fueron desmontadas o pintarrajeadas durante las manifestaciones del movimiento Las vidas negras importan.
En Londres, se pintó la palabra “racista” sobre una estatua del ex primer ministro Winston Churchill y el partido conservador de Boris Johnson lo considera una línea roja. Tampoco le gustaron las iniciativas de la BBC o del National Trust, que gestiona más de 500 mansiones y castillos en el Reino Unido, de informar más al público sobre el pasado colonial y esclavista del país.
– La prensa se defiende –
Los partidarios de Meghan denuncian una política de doble rasero y comparan su caso con el trato que la prensa británica dio a cuñada Catalina, esposa del príncipe Guillermo.
El príncipe Enrique acusa a la prensa, en particular a la sensacionalista, de “sectarismo”, lo que provocó una protesta de la Sociedad de Editores, que representa a los periodistas, algunos de los cuales se han enfrentado a demandas judiciales del matrimonio.
“Las preguntas que se hacen a veces son incómodas y embarazosas, así es, pero está claro que la prensa no es racista”, defendió la federación.
Un punto de vista que no comparten algunos jefes de redacción de los medios, que declararon en las redes sociales haber presenciado el sectarismo y subrayan la falta de diversidad racial en la prensa.
“Decir que la prensa no es racista es como decir que la sociedad no es racista”, estima Marcus Ryder, profesor de diversidad de los medios de comunicación en la Birmingham City University, que considera “ingenuo pensar que la raza no juega un papel en la cobertura mediática sobre Meghan”. AFP