“Hemos hecho de todo, pero divididos. Nuestro lema ha sido ‘todo menos organizarnos en un solo frente’. Golpear con los dedos, nunca con el puño…”
José E. Serrano
Las emociones están unidas a la cognición, luego acompañan a nuestros juicios y actitudes políticas. A la hora de la decisión política, algunas veces, emoción y razón pueden estar bien avenidas. Otras veces no. Ahora bien, estos son momentos en los cuales las emociones y la razón deben caminar unidas, y sobre todo, que en esas deliberaciones que suelen transformarse en legítimas catarsis, la razón gobierne a la emoción, pues es bien sabido que cuando la emoción se impone a la razón, el objetivo es muy difícil de lograr.
Las personas tienden a creer lo que quieren creer. Filtran la información para adaptarla a sus juicios previos.
Mientras el resto del mundo trabaja afanosamente para resguardarse de la pandemia, lograr vacunarse y aspirar el milagro de salir airoso, nosotros, sencillamente, esperamos a que se produzca uno.
Ni de un lado ni del otro, aún gran parte de nuestros compatriotas más destacados pareciesen no estar del todo convencidos de lo que evidencian los hechos, que desde hace 22 años han estado signados por una “revolución” que destrozó al país.
Encuestas de por medio aún sacan cuenta de sus movimientos, no vaya a ser que un paso no suficientemente medido los deje sin su porción demigajas o de las ruinas convertidas en tizones aun calientes por la “quemazón” sufrida.
Pareciese que, como ciudadanos, no fuésemos merecedores del desprendimiento y de una visión de futuro que nos permita a todos, y entre todos, construir nuestra propia esperanza.
En lugar de priorizar la inversión en encuestas de opinión, deberíamos, con la asesoría especializada de estos excelentes politólogos, diseñar una estrategia que promueva emociones positivas, como la esperanza, el espíritu de lucha y perseverancia, el desprendimiento, y el entusiasmo; concatenando indignación y participación.
Todo aquél protagonista narcisista que juegue posición adelantada contribuye a la división, al propiciar el fracaso y el incremento de la desesperanza.
Lo mismo divide el electorero a todo dar, superdemócrata intransigente, que el perpetuo abstencionista, guerrillero del teclado u obsesionado promotor de cualquier salida.
Manuel Barreto Hernaiz