Nos habíamos preguntado, en un escrito anterior[1], acerca de las razones de la propuesta de “Ciudades Comunales” que discute actualmente la ilegítima asamblea nacional. Sumergiéndose en simbolismos revolucionarios, el chavismo parece creer que, con ella, adelanta la constitución de un “poder popular”, como fue la Comuna de Paris de 1971. Sin embargo, al examinar su propuesta, no puede haber nada más alejado de tal experiencia. Aquél respondió a una rebeldía por la capitulación de Francia ante Prusia, que llevó a la Guardia Nacional a tomar el Ayuntamiento de Paris y, con amplio apoyo popular, promulgar una serie de decretos que buscaban aliviar a la población trabajadora los estragos dejados por la guerra recién concluida. Luego de 60 días, la comuna fue aplastada en duros combates callejeros, por las tropas de Versalles. Esta épica, tan cara a la narrativa de anarquistas y comunistas, insufló la mitología “revolucionaria” con la que se recuerda el caso.
La propuesta “comunal” chavista, por el contrario, es una elucubración engendrada por burócratas que han perdido todo sentido de la realidad. Traza una detallada organización, desde sus órganos de base (consejos comunales), pasando por las comunas constituidas a partir de éstos, para arribar a una espesa burocracia para gobernar la “ciudad comunal”. Tales requerimientos y las características que deberían tener sus distintos estamentos, revelan que se prosigue un orden alterno al estipulado en la Constitución, para que sirva de instrumento del régimen. Evoca, por tanto, al Estado Corporativo fascista.
Cualquier pretendido “poder popular” se traiciona a sí mismo al ponerse al servicio de una parcela política. Pierde su razón de existir. Tiene que ser, en esencia, originario e independiente, no un apéndice del Estado central. Le corresponde encarnar la voluntad de sus asociados de manera fidedigna, garantizando la autonomía requerida para que los poderes públicos tomen en cuenta los intereses colectivos ahí representados. Porque el pueblo no es más que un agregado de individuos, heterogéneos en sus intereses y en sus preferencias, que, no obstante, pueden ponerse de acuerdo para organizarse local, sectorial o profesionalmente, en la prosecución de un provecho común. Ejercita, así, su soberanía, dotándose de órganos de representación –sindicatos, asambleas de vecinos, asociaciones gremiales, consejos comunales, asambleas legislativas, etc.– para defender sus fines ante las élites y/o el aparato burocrático del Estado. En contraste, la propuesta chavista establece estructuras artificiales como única opción, subordinadas a normativas y jerarquías del propio Estado, que borran toda representación social auténtica. Confisca al pueblo para sus propios fines. Por demás, al matar todo incentivo a la actividad productiva, la propuesta comunal pierde toda viabilidad económica. Sólo puede subsistir parasitando la renta petrolera y las actividades que generan riqueza. Es, precisamente, lo que persigue la propuesta.
Al régimen de Maduro lo sostiene una alianza entre sectores y grupos con militares corruptos, para aprovechar las oportunidades de expoliación que depara el desmantelamiento de las instituciones del Estado de Derecho y la sumisión de la actividad mercantil a sus intereses. Pero esta alianza es cada vez más difícil de sostener ante las apetencias desaforadas que se nutren de la impunidad de un poder sin contrapesos ni controles, dada la destrucción económica que produce. Ahora, la creciente conciencia a nivel internacional acerca de las vagabunderías y atropellos que comete el régimen, y las sanciones que se le imponen en correspondencia, hace cada vez más difícil satisfacer las demandas de tantos cómplices. No alcanza. Es la asociación con el ELN y bandas criminales para saquear las riquezas minerales de Guayana; el modus vivendi alcanzado con los pranes para mantener en paz en las prisiones, a cambio de luz verde para proseguir con sus “negocios”; la vacuna cobrada a comerciantes y transportistas por colectivos; las exacciones que, a la fuerza, imponen componentes de la Guardia Nacional, las FAES y otros cuerpos represivos, a la población; amén de las abultadas contrataciones con PdVSA y con el Estado por parte de amigos de la boliburguesía y de la jerarquía militar. Luego están los socios internacionales –Rusia, Irán, Turquía, China, pero sobre todo Cuba—que son menester contentar. El enfrentamiento reciente entre componentes de las FAN y elementos de las FARC cimarrona en Apure, presumiblemente en disputa por el control del tráfico de drogas, es otra expresión de las rivalidades que han estallado por la crisis del régimen de expoliación instaurado.
Queda muy poco, entonces, para repartir a las bases chavistas. Y, aunque no suman más del 12% de la población, hacen el imprescindible papel de “Pueblo”, tan central a la prédica fascista. La probable extradición de Saab a EE.UU., al destapar el negociado montado con Maduro en torno a los CLAPs, le resta atractivo y efectividad a este mecanismo. Para mantener su lealtad es necesario dar testimonio de que, no obstante las penurias sufridas, se continúa pendiente de sus intereses. El tinglado a armar en torno a la propuesta comunal promete asegurarlos. Son instancias para incluir al pueblo chavista en la dinámica de expoliación, argamasa que mantiene unidos a quienes apoyan al régimen “revolucionario”.
Pero “empoderaría” a sectores de base chavistas en la disputa por un botín que no hace sino disminuir. De poder avanzar, aunque sólo fuese parcialmente, en su instrumentación, no contribuiría a estabilizar al régimen. Al contrario, se erigiría en una amenaza potencial a los bodegones y a otras iniciativas recientes que proveen bienes importados, pagaderos en dólares, que, para algunos, auguran una pizca de reactivación bajo Maduro. La tentación de depredar también estos negocios podrá ser irresistible.
Maduro, al desempolvar este muerto, se ha empastelado desprevenidamente. Lo peor es que habrá quienes realmente crean en este disparate y procurarán hacerlo realidad. El fascismo, desde Chávez, viene sumiéndose en una burbuja ideológica, construida, paradójicamente, con categorías propias del discurso comunista, para aislarse de una realidad que los adversa y absolver sus atropellos. Con la abundancia de recursos que disfrutó en su segundo gobierno, este montaje le sirvió a Chávez para “justificar” el desmantelamiento del Estado de Derecho e implantar el régimen de expoliación que destruyó a la economía. Todo ello en nombre de la construcción del socialismo. Claro está, bajo la tutoría de la gerontocracia cubana, tan útil para asesorarlo a él y a Maduro en materia de terrorismo de Estado.
Ahora, con el agua al cuello, es posible que se acreciente la presión para emprender de nuevo una huida hacia adelante, como tantas veces se ha hecho, en este camino de destrucción y gane adeptos la idea de animar este Frankenstein. Se dirá que es poco probable. Lamentablemente, los últimos años no llevan a confiar en que, en las filas oficialistas, predomine una actitud racional. En momentos de dificultad como éste, los fascistas tienden a buscar refugio en sus delirios ideológicos. Sin duda, el fanatismo embrutece.
Una señal de alarma acerca de la ausencia de contrapesos a la locura criminal de Maduro y sus cómplices es que, entre sus filas, no haya aparecido, hasta ahora, quienes los obliguen a abandonar el poder, no obstante la irrefutable evidencia de su accionar en materia de pobreza, hambre y muerte de tantos. Ni siquiera para evitar la disolución terminal del país con base en el cual han amasado sus fortunas. Indigna ver, en particular, a una cúpula militar impertérrita, repitiendo consignas y votos de lealtad al monstruo que no ha tenido empacho en negar la entrada de millones de vacunas que salvaría muchas vidas. Los compañeros de armas de Pinochet entendieron que, ante su derrota en el referendo de 1989, había que convencerlo que aceptara la realidad y entregara el poder. ¿Cuánto destrozo adicional hace falta para que ocurra un asomo de vergüenza similar entre sus contrapartes venezolanos?
Reflexiones a ser tomadas en cuenta por las fuerzas democráticas para favorecer semejante desenlace.
[1] https://www.elnacional.com/opinion/reviviendo-un-muerto-las-ciudades-comunales-chavistas-i/
Humberto García Larralde, economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela, humgarl@gmail.com