Para enfrentar cualquier crisis que dure más de de lo esperado en el entorno político, social, económico y de salud como la que está atravesando el mundo con la pandemia del Coronavirus, debemos entender primero que necesitamos cambiar las acciones y la estrategia con la cual hemos intentado en vano superarla, cualquiera sea su naturaleza sin obtener resultados positivos, esto se traduce en dejar de hacer lo mismo, porque si nos quedamos en repetir lo mismo obtendremos iguales resultados, lo mejor que podemos alcanzar es un diagnóstico que por estos días hemos escuchado mucho de los médicos refiriéndose a la condición de pacientes con Covid 19: está en condición estable, esto no quiere decir que este a salvo de un desenlace no deseado, quiere decir que no está peor ni mejor.
A la oposición venezolana le ajusta ese diagnóstico de condición estable y al gobierno de Maduro aunque trate de mostrarse sano y fuerte su condición es crítica, se agrava con el paso de los días y se ve inminente su final, pero no se sabe cuándo dejará de ser presente para ser pasado, recuerdo malo. La oposición venezolana después del triunfo de 2015 desarrolló una propuesta que logró el apoyo de las principales democracias del mundo, despertando la esperanza de un cambio que movilizó a millones de venezolanos en todo el país, pero ha pasado a “una condición estable” porque se inclina a repetir una narrativa y una estrategia que es políticamente correcta porque parte de la defensa de los valores democráticos, las leyes y los derechos humanos, pero no obtiene los resultados que ha ofrecido porque el adversario ha demostrado infinidad de veces que carece de principios democráticos, que poco le importan las leyes, porque como en el poema “Esperando a los bárbaros” del griego Constantino Cavafis, han hecho leyes a su antojo y conveniencia desde que llegaron al poder hace más de 20 años. Un ejemplo reciente de cómo gobiernan estos bárbaros es el anuncio que solo ingresaran al país las vacunas que ellos traigan, cuando ellos quieran, en la cantidad que ellos decidan para aplicárselas dentro de esta lógica bárbara totalitaria a los que ellos decidan, con el objetivo político de mantener el control de la población como lo han hecho con las famosas bolsas CLAP, a través de ese abominable instrumento discriminatorio y sectario que es el carnet de la patria.
A la pregunta de cómo se debe entrompar la crisis venezolana, que en su enunciado ya suena malandroso y propio del argot policial y delictual, está como alternativa la de enfrentar que suena más civilizada y pacífica, esta pasa por dejar de hacer lo que no ha dado resultado sin caer en una angustia creativa, para mencionar un caso concreto reciente, a los intentos de acuerdo con el gobierno de Maduro que gestionó la Asamblea legítima del 2015 para ingresar vacunas vía mecanismo Covax y que terminaron en nada le faltó transparencia, mientras el gobierno niega cualquier acuerdo con los representantes de Guaidó en relación al ingreso de vacunas, no hay un vocero hasta ahora de la oposición que revele lo que se conversó y a qué punto llegaron esas conversaciones, que por el exceso de discreción nadie puede afirmar o negar si en realidad las hubo o son ciencia ficción. La razón para que esta acción quedara en “estado estable” para ambos, es que a ninguno le conviene aceptar que conversa con el adversario, ese estado de estancamiento, esa calma chicha no se puede superar sino con innovaciones discursivas, estratégicas y tácticas.
La historia ha demostrado que las crisis son oportunidades para que saquemos a flote nuestras capacidades, para ello es indispensable asumirlas con sentido de realidad y voluntad para superarlas, esa es la clave que abre la puerta al pensamiento político innovador que requiere la oposición en este momento para trascender el “estado estable” en que se encuentra. Por sentido de realidad debemos asumir el conocimiento y manejo objetivo de todos los factores que intervienen en el debate político, desde los discursos históricos verdaderos que interpretan el pasado con certezas y no con intereses mezquinos y falsos, la percepción correcta y compartida que describe el presente enfrentando la percepción defectuosa de la mentira demagógica que encubre la crisis, hasta la proyección de la esperanza colectiva con bases reales que construye el futuro como propuesta de progreso realizable, contrario al fraude y las promesas incumplidas de los gobiernos de Chávez y de su sucesor repetidas mil veces para hacerlas verdad como estrategia comunicacional totalitaria. La voluntad para superar la crisis depende del grado de innovación, creatividad y alcance mediático que se alcance, una voluntad carente de malicia y llena de buenas intenciones como la que propone acudir a votar sin condiciones en unas elecciones organizadas y supervisadas por el régimen, con el argumento que es lo único que se puede hacer, le da la oportunidad al gobierno, como ha ocurrido en la Venezuela de las dos últimas décadas, de quebrar las buenas intenciones y dejar que “el vil egoísmo triunfe”, como dice en una de sus estrofas nuestra humilde pero orgullosa canción patriota de 1811.
Así que no basta el entusiasmo para hacer valer la voluntad, como no es suficiente una charla de valores al pranato que hoy se disputa el control del país, estamos frente a un gobierno más que bárbaro, malandro, todos estamos conscientes que no podemos entrompar a este gobierno porque el control de las armas las tienen ellos y los grupos de paramilitares que armaron, así que el entrompar no aplica a una oposición pacífica, pero si el enfrentar con contundencia y creatividad los abusos, acompañando las causas del pueblo por sobre todas las cosas, denunciando donde corresponde los delitos que se han cometido y se siguen cometiendo, para que la maldad se haga más y más visible a los venezolanos y al mundo, que cuando les toque rendir por sus actuaciones donde corresponda se haga justicia, sin violarles ningún derecho, ajustados a las leyes y a la legítima defensa que hoy le niegan a algunos presos políticos que mantienen según los informes de los organismos internaciones en condiciones deplorables y humillantes que constituyen delito.