Aliado de Occidente en la lucha contra el extremismo islámico en África Central, gobernó con mano de hierro y será sucedido por su hijo Mahamat, que por ahora lidera un consejo militar de transición.
Por infobae.com
“El presidente de la República, jefe del Estado, jefe supremo de los Ejércitos, Idriss Déby Itno, acaba de morir defendiendo la integridad territorial de Chad en el campo de batalla”. Ese fue el comunicado épico leído en cadena nacional por el general Azem Bermandoa Agouna, portavoz del ejército de este poco nombrado en las noticias país de África Central. En realidad, tampoco se sabe mucho de lo que sucedió. Se estaba registrando una nueva ofensiva rebelde para derrocar al gobierno de Déby y se supone que murió combatiendo. Pero, al mismo tiempo, se sabe de constantes ataques del yihadismo del ISIS, desde Libia, y de los nigerianos de Boko Haram. Y nunca hay que descartar las constantes luchas internas de un gobierno dictatorial implantado hace 31 años después de un golpe de Estado.
Los militares de su entorno no perdieron tiempo. Decretaron el cierre del Parlamento y ordenaron la renuncia de todos los ministros. Un consejo de uniformados es ahora la nueva autoridad chadiana, supuestamente sólo por 18 meses, y estará presidido por el hijo de Déby, de 37 años, el general Mahamat Idriss Déby Itno. El Departamento de Estado parece aprobar el movimiento. Envió un mensaje en el que dijo que Estados Unidos apoya una “transición pacífica del poder de acuerdo con la constitución chadiana”. El comandante del Mando de África del ejército estadounidense, el general Steven Townsend, dijo que si bien no está claro qué significará la muerte de Déby para la situación social y política de Chad y el resto del Sahel, sabemos que su hijo se inclina por las buenas relaciones tanto con Francia, que tiene una base militar en Chad, como con Estados Unidos.
Se suponía que el mismo día de su muerte, Déby tenía que dar su primer discurso tras haber sido reelegido –previsiblemente- por sexta vez en las elecciones del 11 de abril. El lunes confirmaron que había ganado con un 79,32% de los votos. Claro que el proceso electoral no fue nada transparente. Tres de los principales líderes de una oposición dividida tuvieron que retirar su candidatura ante la violenta represión a sus seguidores. Los otros seis candidatos no tenían mayores posibilidades de derrotarlo.
Con la opción prácticamente cerrada para que se produzca un cambio de régimen, la amenaza más seria para el poder absoluto de Déby procedía precisamente de las continuas rebeliones que estallan desde el norte y el oeste del país. La última de ellas, en la que Déby supuestamente murió, comenzó precisamente el día de las elecciones y está encabezada por el Frente para la Alternancia y la Concordia de Chad (FACT, según sus siglas en francés), que atacó en la región de Kanem desde sus bases en el sur de Libia. Los combates se intensificaron el fin de semana y el ejército aseguró haber matado “a más de 300 rebeldes”. Otros informes dicen que el FACT logró avanzar y que controla el amplio territorio de Kanem. Tienen el apoyo de varias columnas de insurgentes de la Unión de Fuerzas de la Resistencia (UFR), que ya en 2008 había logrado llegar a las puertas de la capital N´Djamena y fue derrotada gracias a la intervención de tropas francesas. También en 2019, en una situación similar, fueron los Mirage 2000 los que bombardearon a las columnas del UFR. Sin el apoyo militar de Francia, Déby hubiera sido derrocado hace rato.
“Francia perdió a un amigo valiente”, dijo la oficina del presidente Emmanuel Macron apenas se conoció la noticia de la muerte de Déby. “Expresa su fuerte apego a la estabilidad e integridad territorial de Chad”.
Esta protección francesa, también le permitió armar el ejército más profesional y mejor equipado de África Central. Compró tanques, aviones y helicópteros gracias a los fondos procedentes del petróleo que explotan, sobre todo, empresas chinas desde hace unos 20 años. Esas mismas fuerzas tienen innumerables denuncias por violaciones a los derechos humanos en su país y en los vecinos donde realiza incursiones, supuestamente, para desbaratar la retaguardia de los rebeldes. En abril, en Niger, se abrió un proceso por la violación de mujeres y niñas por parte de los soldados chadianos.
Todo esto en uno de los países más pobres del mundo con el 60% de sus 16 millones de habitantes sobreviviendo con menos de un dólar al día, según el último informe de Oxfam. Chad está situado en el antepenúltimo puesto en la lista de naciones por Índice de Desarrollo Humano (IDH) que tiene en cuenta valores como la esperanza de vida, la escolarización o el PIB per cápita. El Índice de Percepción de la Corrupción del sector público en Chad es uno de los tres más altos de África. Sus ingresos petroleros –tiene reservas por unos 1.500 millones de barriles- contribuyen en un 60% al presupuesto nacional. El resto lo hace la producción agroganadera y la goma arábiga. El sector de los servicios, representado básicamente por inversiones francesas y chinas en telecomunicaciones y la banca, aporta menos de un tercio del PIB del país.
El 11 de agosto de 1960 -apenas dos años después de convertirse en república- Chad obtuvo la independencia de Francia. En ese momento, el primer ministro, François Tombalbaye, se convirtió en el primer presidente. El país rápidamente cayó en una guerra civil que enfrentó a los musulmanes del norte con los cristianos mayoritarios del sur. Tombalbaye gobernó con mano de hierro hasta su asesinato en 1975, perpetrado por oficiales del ejército chadiano. Esa dinámica continuó desde entonces. No hubo una sola transición democrática. “No había divisiones étnicas, hasta la guerra civil de 1979. Musulmanes, cristianos, norteños y sureños vivían en armonía”, afirmó Eric Topona, periodista chadiano, en una entrevista con la Deutsche Welle. “Hoy en día, Chad se encuentra en un estado de deterioro absoluto, los cimientos del país se han socavado, la inseguridad y la impunidad han aumentado”.
Déby gobernó durante tres décadas centralizando el poder en torno a su familia y a la etnia zaghawa. La clave para mantenerse en el poder fue entregar enormes sumas de dinero a los militares y ganarse la confianza de Occidente liderando la lucha contra el terrorismo islámico en la zona central de África. En 2013, desplegó 2.000 soldados en el norte de Mali para participar en una misión dirigida por Francia para hacer retroceder a los combatientes de Al Qaeda, convirtiendo a Chad en el único país africano con la capacidad para lanzar rápidamente una fuerza de combate eficaz. A principios de este año, Deby envió 1.200 soldados a la región trifronteriza de Níger, Burkina Faso y Malí, donde los islamistas están expandiendo su influencia, mientras que más al sur las fuerzas chadianas luchan contra los militantes yihadistas nigerianos de Boko Haram.
Idriss Déby nació el 18 de junio de 1952 en el noreste de Chad. Se alistó en el ejército en la década de 1970, cuando el país atravesaba una larga guerra civil, y recibió formación militar en Francia, donde obtuvo la licencia de piloto. Regresó a Chad en 1978 y apoyó al entonces presidente Hissène Habré, llegando a ser el comandante de las fuerzas armadas. En 1990 se hizo con el poder, al frente de un ejército rebelde y en una ofensiva de tres semanas lanzada desde la vecina región sudanesa de Darfur. Desde entonces, Déby había logrado conjurar decenas de rebeliones e intentos de golpe de Estado. En 2008, los mismos rebeldes que él había liderado desde Darfur llegaron a la capital y asediaron el palacio presidencial, hasta que Francia intervino.
Deby se presentaba con frecuencia como un líder en tiempos de guerra. Habitualmente vestía el traje militar y visitaba a los soldados en el frente. Y parece haber muerto en su ley, en un campo de batalla.