Sofía* soñaba con vestirse de blanco algún día y llegar al altar con su novio, a quien conoció en el colegio. Al observar su mano podía imaginarse cómo se vería el anillo en su dedo anular, pero su pareja nunca se sintió lista para ponerlo allí, a pesar de que estuvieron juntos por casi una década.
Ella aún recuerda con claridad cómo se quedó paralizada cuando lo vio por primera vez luego de que él le abrió una puerta y susurró algunas cosas incomprensibles a sus oídos.
La conexión entre ambos fue tan grande que las palabras sobraron aquel 2 de septiembre de 2011, el mismo día en el que, como si se tratara de una fecha de vencimiento, todo terminó nueve años después por circunstancias que jamás imaginó.
La suya es apenas una historia de amor de tantas que no aguantaron los efectos inesperados de la pandemia en las relaciones y que llevaron a muchos noviazgos a analizarse con tal profundidad que terminaron acabando lo que tenían, a matrimonios a chocar tantas veces entre las peleas cotidianas del encierro que no se aguantaron más, y a otros amantes a sucumbir en otras relaciones que surgieron en medio del tedio de las largas cuarentenas.
La relación de Sofía parecía ser inquebrantable al igual que un roble. Ella tenía 15 años y Andrés* era un poco mayor que ella, pero estudiaban en el mismo colegio, así que compartían recreos juntos y cuando la distancia los separaba, los mensajes de texto eran la forma para mantenerse comunicados. Bastó una semana para que él le pidiera tener “algo serio” con ella.
En esa edad, lo serio podría llegar a ser todo menos serio. O eso pensaban sin imaginarse que la realidad superaría las expectativas que tenían. Tanto así que Andrés ha sido el único novio formal que esta joven, quien hoy tiene 24 años, ha tenido en su vida.
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