El tiempo se diluye, asombrosamente, ocupados por la supervivencia. Se diluye entre la búsqueda de recursos para comer y medicarse, tomar todas las precauciones del mundo frente al Covid19, diligenciar las clases escolares o universitarias de los hijos, lidiar con los electrodomésticos y el carro que fallan ? como falla el inseguro transporte público ? esquivar la delincuencia, procurar alguna señal alternativa en las redes y rezar muchísimo. Sobre todo este último, cuando el virus toca a las puertas de nuestras casas, la de vecinos, familiares y amigos, despertando, además, en el caso de un fatal desenlace, la idea de los gastos funerarios que son alarmantes. Por supuesto, no hay atención médica ni odontológica a la mano, debido también a los altos precios de una consulta que ni siquiera ya es anual. Aquí, quiero acotar un profundo agradecimiento a los heroicos galenos que nos quedan y que han puesto en riesgo sus vidas al igual que los numerosos sacerdotes católicos, pastores evangélicos y otros representantes religiosos en menos cuantía.
Después de las frecuentes malas noches, en muchos casos por las continuas fallas eléctricas que azotan él interior del país, amanecemos para la lidia diaria y, rápido, por mucho que nos digamos “desocupados” en casa, se va el día. “El tiempo corre más que antes”, nos dijo una vendedora de verduras que tiene sus apremios, forzada a andar la calle en medio del peligro pandémico para poder comer y, a su vez, ser parte de la cadena que lleva comida a nuestros hogares. Incluso, hay textos digitales circulando por ahí, que insisten que el movimiento de rotación del planeta no llega a las 23 horas, pero que es un secreto a mil voces. Einstein ejemplificaba su teoría, asegurando que a una pareja de novios se le hacía muy corta una conversación de dos horas, mientras que era demasiado largo vivir una situación de peligro de quince minutos. He acá la teoría de la relatividad que convierte en cien años, las apenas dos décadas del chavismo-madurismo, por los daños y sufrimientos que ocasiona en cámara lenta pero, a la vez, el tiempo se nos ha hecho muy corto para contrarrestarlo.
Por consiguiente, puede decirse que el Estado Comunal que ya tiene muchos años implementadose, nos ha robado el tiempo. Nos ha ocupado, creándonos problemas, tensiones y angustias. Hasta ha invadido, psicológicamente, nuestros espacios de ocio, infectándonos de toda suerte de preocupaciones, zozobras y malestares. A Lenin, teórico y práctico de las revoluciones más cruentas del planeta, jamás se le ocurrió convertir el tiempo en su mejor soldado, como lo intuyó Chávez y terminó de implementar su sucesor. Ni siquiera da tiempo para que sus más decididos opositores lo tumben, entretenidos en otros menesteres gestado por ese maligno G2 cubano, que se ha dedicado a ser el gran estratega de esta revolución.
Dos o tres llamadas al día a familiares, por ejemplo, con las redes tan accidentadas, nos llevan al menos dos horas, tomando en cuenta que no hay ocasión para visitas personales. Una que otra vicisitud sale a relucir, con sus detalles, porque un diálogo físico está prohibido por el coronavirus Y esto para no mencionar las llamadas y los foros internetianos para ejercer el oficio y la profesión que desempeñamos. Nuestro día a día transcurre, lentamente, para los muchos que pasan hambre, viven en la miseria y buscan sus esperanzas con ansias; y, rápidamente, para los que aun patean la calle buscando su sustento, imaginando que abandonan a los que quedan en casa y corriendo tras la esperanza con las mismas ansias de todos. Venezuela vive entre dos mundos relativos siempre insistiendo por un mejor país, resistiendo la mano dura del régimen y persistiendo por una vida en libertad.
@freddyamarcano