“Los hijos de Sam”: La historia real de un asesino serial que dijo actuar mandado por un perro diabólico y ahora llega a Netflix

“Los hijos de Sam”: La historia real de un asesino serial que dijo actuar mandado por un perro diabólico y ahora llega a Netflix

David Berkowitz confesó los asesinatos atribuidos al “Hijo de Sam” pero por años muchas teorías indican que él no actuó solo. Getty

 

Entre 1976 y 1977 Nueva York vivió uno de sus años más violentos, los atracos y asesinatos inundaban las calles y el miedo era parte del día a día de los ciudadanos. Pero un asesino misterioso llamado “Son of Sam” (El Hijo de Sam) elevaría los niveles de terror en la entonces llamada “Fear City” (Ciudad del Miedo) a límites nunca antes vistos.

Por infobae.com





Durante 13 meses el “Hijo de Sam” se dedicaría a dejar una estela de cuerpos, víctimas mortales o gravemente heridas, que parecían no tener un patrón o una razón aparente.

Con el tiempo los ataques se volvieron recurrentes, y la historia atrapó la atención de la prensa y las autoridades. Al asesino primero se le puso el apodo del “asesino .44” en referencia al calibre de la pistola con la que mataba a sus víctimas, pero eventualmente el asesino empezó a dejar cartas en los lugares del los crímenes, identificándose a sí mismo como “Son Of Sam” (El Hijo de Sam).

La historia oficial dice que ese terrible asesino se llama David Berkowitz, un trabajador postal de 24 años que confesó estar detrás de los ataques donde murieron 6 personas, todas mujeres jóvenes, y otras 8 más resultaron heridas. Después de su arresto y juicio se detuvieron las muertes y el caso quedó cerrado.

Sin embargo, en un nuevo documental de Netflix titulado “Sons Of Sam” (Los hijos de Sam), en plural, no solo recoge la historia de Berkowitz, sino que explora las teorías del periodista Maury Terry quien dedicó su vida a investigar el caso y defiende que no había uno sino varios asesinos detrás de las muertes en New York, los cuales hacían parte de culto satánico cuyo rastro parecía llevar hasta el propio Charles Manson, otro asesino en serie estadounidense que se hizo famoso en la década del 60.


Este símbolo estaba presente en varias de las cartas firmadas por “El Hijo de Sam”.

 

Este documental, que revive la historia de Berkowitz y sus posibles colaboradores, es un imperdible para todos los fanáticos de los crímenes, y promete mantenerte pegado a la televisión durante los cuatro capítulos de alrededor de una hora donde desentrañan una historia tan turbia y oscura que hasta involucra a un perro demoníaco como el supuesto líder sediento de sangre que comandaba los asesinatos.

Adentrémonos a esta historia.

El Verano de Sam.

El llamado “Verano de Sam”, fue un periodo en que la ciudad de Nueva York estuvo completamente presa del miedo a causa de los ataques y asesinatos del “Hijo de Sam”. Fueron 13 meses de zozobra, en donde toda la ciudad se vivieron toques de queda autoimpuestos, donde la gente, y en especial los jóvenes, no salían a la calle o a fiestas y encuentros sociales, pues temían caer bajo la pistola del asesino.

Seis mujeres y hombres fueron asesinados a tiros en tres de los distritos de la ciudad en más de una docena de ataques aparentemente aleatorios. Los crímenes dieron lugar a una de las mayores persecuciones humanas de la historia de la ciudad.

Los periódicos sensacionalistas lucharon por obtener la información más reciente a medida que aumentaban las ventas diarias. “Tenía absolutamente todo a su favor como una tormenta perfecta de los tabloides”, dijo años después Sam Roberts, editor de la ciudad del Daily News en 1977 al New York Times sobre del frenesí mediático. “Era una historia de crímenes en curso y en desarrollo por la que los neoyorquinos estaban genuinamente aterrorizados”.

El 29 de julio de 1976 el asesino ataca a sus primeras víctimas. Los disparos ocurrieron en el área de Pelham Bay en el Bronx y tuvieron como víctimas a dos mujeres, Jody Valenti y Donna Lauria, de 18 años. Sucedió en el automóvil de Valenti, donde las chicas estaban hablando sin preocupaciones cuando un hombre se acercó y disparó tres balas. Lauria murió instantáneamente y Valenti recibió un disparo en el muslo antes de que el hombre se alejara rápidamente. Valenti describió a su atacante como un hombre blanco de unos treinta años, de aproximadamente 5 pies 8 pulgadas y alrededor de 200 libras, con cabello corto, oscuro y rizado.

El último boceto del “Hijo de Sam” que hizo la policía antes del arresto de Berkowitz. Getty

 

Cuatro meses después, el 23 de octubre de 1976, dos personas reciben un disparo pero sobreviven al ataque. Eran Carl Denaro, de 20 años y Rosemary Keenan, de 18. El ataque también ocurrió cuando estaban estacionados en un automóvil, esta ves en una zona residencial de Queens. Ambos sobrevivieron, pero Denaro fue alcanzado en la cabeza por una de las balas. Más tarde, la policía especularía que Denaro podría haber sido confundido con una mujer debido a su cabello largo hasta los hombros.

El siguiente ataque también fue en Queens, a una pareja de chicas que caminaba por la calle después de función nocturna de cine. Donna DeMasi, de 16 años, y Joanne Lomino, de 18, se dirigían a la casa de Lomino en Floral Park, Queens cuando fueron abordadas en la calle por un hombre vestido con uniforme militar que sacó un revólver y disparó a cada mujer una vez. Su atacante disparó varias veces más antes de huir. Aunque recibió un disparo en el cuello, DeMasi sobrevivió sin lesiones permanentes. Lomino recibió un disparo en la espalda y quedó paralizada.

Después del cuarto ataque, el asesino empezó a mostrar un patrón, aunque este fuera lo aleatorio de sus maneras. También sucedió en Queens, con víctimas que estaban sentadas dentro de un automóvil, el arma que se usó fue una pistola con balas calibre .44, y una de las víctimas era una mujer joven de cabello largo y oscuro, Christine Freund, de 26 años. Ella estaba con su prometido John Diel, de 30 años, al momento del ataque, quien salió herido pero no murió, a diferencia de Freund que falleció en el hospital por los impactos de bala.

Después de este ataque la policía comenzó a prestar mayor atención, también la prensa, y la historia del “asesino .44” comenzó a cirucualar en la prensa newyorkina.

El siguiente ataque sería a una joven universitaria en el mismo sector de Queens, Virginia Voskerichian, de 19 años, quien murió al instante después de recibir un disparo en la cabeza, de nuevo con un revolver Bulldog .44.

Los motivos detrás de estos asesinatos seguían siendo un misterio.

Berkowitz ¿el verdadero Hijo de Sam?

La primera vez que el asesino utilizó el nombre “Hijo de Sam”, fue en una carta que le dejó a la policía después del asesinato de Valentina Suriani, de 18 años, y su novio, Alexander Esau, de 20, quienes estaban sentados en un automóvil cerca de la casa de la chica en el Bronx cuando recibieron los disparos. Ambos murieron, pero a diferencia de los otros ataques, antes de huir el asesino dejó su mensaje.

La carta escrita a mano, parcialmente escrita en mayúsculas, estaba dirigida al capitán del Departamento de Policía de Nueva York, Joseph Borrelli. En la carta, Berkowitz se burlaba de la policía por su incapacidad para atraparlo. “Policía, déjeme perseguirlos con estas palabras: ¡Regresaré! ¡Regresaré!”.

Y también dejó ver alguna de sus motivaciones: “Soy el ‘Hijo de Sam’ (…) “Soy un pequeño ‘mocoso’. Cuando el padre Sam se emborracha, se vuelve malo. Golpea a su familia. A veces me ata a la parte trasera de la casa. Otras veces me encierra en el garaje. A Sam le encanta beber sangre. ‘Sal y mata’ ordena el padre Sam. Detrás de nuestra casa descansa un poco. En su mayoría jóvenes, violados y masacrados, se les drenó la sangre, ahora solo huesos”.

Este es el inicio de la primera carta que dejó el “Hijo de Sam” a la policía.

 

A partir de ahí las cartas se volverían su forma de comunicarse. Algo había cambiado en el “Hijo de Sam”, ahora quería hacerse escuchar, quería tener voz, y para eso recurrió a la prensa que le estaba siendo los pasos. En una carta enviada al entonces columnista del Daily News, Jimmy Breslin, en mayo de 1977 y firmada como el “Hijo de Sam”, el asesino recordaba a sus primeras víctimas y decía que aunque había estado en silencio en los últimos meses, pronto volvería a matar.

“No me importa la publicidad. Sin embargo, no debes olvidar a Donna Lauria y tampoco puedes dejar que la gente la olvide. Ella era una chica muy, muy dulce, pero Sam es un muchacho sediento y no me dejará dejar de matar hasta que se llene de sangre”, escribió.

La carta también incluía algunos “nombres para ayudarlo”, nombres que algunos creen que indican que el asesino no trabajó solo (aunque otros piensan que son solo más nombres que Berkowitz se dio a sí mismo). Entre ellos se encuentran “El duque de la muerte”, “El malvado rey Wicker”, “Los veintidós discípulos del infierno” y “John Wheaties”.

Fragmento de la carta del Hijo de Sam al periodista del Daily News, Jimmy Breslin.

 

Para entonces los periódicos publicaban bocetos policiales del tirador que variaban enormemente. Las representaciones de un tipo de rostro estrecho y aspecto latino pronto dieron paso a un conductor rechoncho al estilo Belushi de un VW Beetle amarillo. Las diferencias en los bocetos avivaban las teorías conspirativas, era “Sam” un asesino solitario, o pertenecía a algo mucho más grande. Claramente había quienes preferían seguir las pistas de lo segundo.

Varios de los bocetos que tenía la policía del asesino. Las descripciones de los testigos oculares varían una de la otra.

 

La policía finalmente dio con la captura de Berkowitz después de que en uno de sus ataques, el primero que incluyó una victima con el cabello rubio, un testigo presencial dijo haber visto a un hombre con lo que parecía un arma minutos antes de los tiroteos de Brooklyn, y que otros oficiales de policía estaban escribiendo multas de estacionamiento en la misma área esa noche. Una búsqueda reveló que uno de los autos multados esa noche pertenecía a Berkowitz, quien ya estaba siendo investigado por denuncias de acoso a un vecino.

El 10 de agosto de 1977, David Berkowitz es arrestado en Yonkers, NY, frente al edificio de apartamentos donde vivía. La policía investigó su automóvil y descubrió un rifle en el asiento trasero, mapas de las escenas del crimen y municiones. Luego lo esperaron a que saliera y lo arrestaron mientras estaba sentado al volante de su automóvil. Junto a él se recuperó una bolsa que contenía el revólver calibre .44 y, según los informes, un sonriente Berkowitz le dijo al oficial que lo arrestaba: “Bueno, me capturaste”.

El perro diabólico vs el culto satánico

Al día siguiente de su captura, Berkowitz confesaría ser el autor de los ataques y asesinatos. Él dijo que “Sam” era un espíritu demoníaco de miles de años que le hablaba a través del labrador negro de su antiguo vecino de nombre Sam. También le dijo a la policía que era responsable de 1.500 incendios en la ciudad, todos ordenados por el perro.

Al ser llevado a la estación policial el confeso asesino iba sonriente. Una imagen de indignó a toda Nueva York. Getty

 

Ese perro lo había perseguido hasta Yonkers a donde se mudó después de perpetrar sus primeros asesinatos, que según él mismo dijo a las autoridades, fueron en 1975 y tuvieron por víctimas a dos muchachas que apuñaló en un callejón.

Cuando se mudó fuera de la gran ciudad, ese perro, el “hijo de Sam”, no lo dejaba dormir, lo mantenía despierto en las noches, y le ordenaba que matara, pues su hambre milenaria solo podía ser llenada con litros y litros de sangre.

Berkowitz fue finalmente condenado a seis sentencias de 25 años a cadena perpetua en el Centro Correccional Shawangunk en Wallkill, Nueva York, donde todavía se encuentra cumpliendo su condena bajo el nombre de Brother Dave, que usa después haberse convertido al cristianismo. Ahora tiene 68 años.

Años después de su condena confesaría que esa historia del perro no era real, y que no había actuado guiado por una fuerza satánica que le daba ordenes a través del animal. Sin embrago, también ha declarado que fue parte de un culto violento que lo ayudó a llevar a cabo los asesinatos.

La imagen de Daniel Berkowitz cuando fue arrestado por la policía. Getty

 

Esto nunca se investigó en profundidad por las autoridades, aunque varios testimonios de detectives retirados del departamento de policía de la época reconocen que en su momento no creyeron que Berkowitz hubiera actuado solo. El caso nunca se volvió a abrir y solo un reportero siguió insistiendo en que detrás de esas muertes se escondía algo mucho más grande.

Maury Terry es esa voz, quien dirige la narración del documental de Netflix. Su teoría se basa en los mensajes dejados por “Sam” en sus cartas, por los múltiples nombres y pistas con las que firma, por las incongruencias en los bocetos policiales, y por las “coincidencias” detrás de otros sospechosos de ser parte del culto satánico que habría ordenado las matanzas.

Terry, que murió en 2015, sostuvo toda su vida que Berkowitz era parte de un culto llamado “Los niños”, del que pertenecían John y Michael Carr, literalmente los hijos de Sam Carr, el vecino de David. Este padre abusivo, maltratador y sanguinario, había sido la motivación para la creación de esta secta ocultista en Yonkers.

Ellos se reunían con otros miembros de la secta a realizar ceremonias satánicas en lugares abandonados, donde incluso asesinaban perros. Allí, una fuerza sobrenatural los guiaba para cometer los asesinatos en Nueva York.

Maury Terry en “Los Hijos de Sam” la serie documental de Netflix. Crédito: NETFLIX © 2021

 

Pero todo tendría una vuelta aún más turbia, pues Terry estaba convencido, y así lo dejó plasmado en su libro “The ultimate evil” (La maldad última), que los asesinatos de “Los Hijos de Sam” hacen parte de una red de organizaciones satánicas que opera en todo Estados Unidos e incluso el mundo, de la cual habría echo parte la secta de Charles Manson, otro infame asesino serial estadounidense.

Su investigación se convirtió en obsesión y muchos lo tildaron de loco. No obstante, son sus teorías y hallazgos el hilo conductor del documental de Netflix. ¿A dónde llevaron? Bueno, aquí no hacemos spoilers.