Estos últimos días han dado mucho material para comentar en política, principalmente por el nombramiento por parte de la Asamblea Nacional que preside Jorge Rodríguez de un CNE que tiene como nuevos miembros a dos venezolanos opositores que no pueden ser tildados de alacranes, como se conocen a los quinta columna que haciéndose pasar por opositores son una especie de “oposición fiel” a Maduro.
La realidad objetiva es que la oposición enfrenta un dilema histórico, por una parte la Asamblea Nacional que preside Juan Guaidó rechaza por ilegal el nombramiento del nuevo CNE y por otra Maduro celebra que la oposición esté dispuesta a medirse electoralmente en los comicios regionales que ya han sido anunciados, para los cuales un sector de la oposición estaría dispuesto a participar, según han expresado algunos dirigentes de peso como Henrique Capriles. En ambas posiciones hay razones que valen la pena considerar para tomar decisiones que apunten a unir en la diversidad, más que distanciar voluntades que persiguen un mismo fin; la salida de Maduro y la recuperación institucional del país.
He sostenido en comentarios anteriores que sin condiciones concretas que garanticen la libertad, la transparencia y la verificación del voto, se hace imposible con un régimen autoritario que el venezolano recupere la confianza en la vía electoral, que no podemos con el argumento que el descontento es mayoría participar sin condiciones previas porque sencillamente la voluntad en las urnas electorales no va a ser respetada, por mucho empeño que pongan las dos golondrinas opositoras que no pueden hacer verano en el CNE, enfrentando el diluvio de triquiñuelas que se han ido perfeccionando dentro de una estructura, que debería ser imparcial pero que está al servicio de la “revolución” bolivariana, chavista y madurista. Por otro lado hay que tener en claro que no se trata solamente de una decisión que debemos asumir solo los venezolanos que queremos un cambio, sino que hay factores de geopolítica internacional que están presentes, recordemos que fue Chávez quien nos metió en un tablero en donde juegan las superpotencias como China, Rusia y los Estados Unidos y también otros países que están muy metidos en Venezuela, como Cuba, Irán y Turquía. Venezuela es un estado fallido que está al borde de un conflicto regional de magnitudes insospechadas, con una fragilidad de soberanía como estamos viendo en el estado Apure, en donde las fuerzas de los grupos guerrilleros colombianos están causando muertes de efectivos del ejército venezolano que no ha podido retomar el control de la zona, porque desde hace mucho y esto no es un secreto para los compatriotas que viven en esas latitudes del llano venezolano, la guerrilla opera con total impunidad. Así que no se trata de encontrar a unos candidatos, hacer campaña, acudir a votar y esperar un triunfo como el que se consiguió en las parlamentarias del 2015, la situación es muy diferente, no es la misma oposición ni es el mismo gobierno en 2021, en 6 años el caso Venezuela escaló en la comunidad internacional de un puñado de países a más de 50 naciones que no pueden colocarse una venda en los ojos con todo lo que está sucediendo, más de 5 millones de venezolanos han escapado de Venezuela en busca de unas mejores condiciones de vida, creando situaciones difíciles en los países vecinos y en todo el continente. Las denuncias de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones de ciudadanos por parte de organismos policiales cuentan con expedientes en los tribunales internacionales de justicia, el saqueo y la explotación de oro, diamantes y la presunta complicidad de funcionarios en el tráfico internacional de drogas son investigadas, el cambio de versiones del Fiscal Saab en las muertes del Concejal Fernando Albán y otros venezolanos que perdieron la vida a manos de las autoridades son la diferencia y exponen la situación desesperada en que se encuentra el régimen enfrentando las causas abiertas que tienen con la justicia internacional. Si Maduro continúa en el poder y ahora pretende lavarse la cara ante la comunidad internacional con un tres, dos en el CNE, la participación de algunos sectores de la oposición no le va a rendir como detergente para lavarse nada.
La contraparte de la oposición que aspira participar también hay que entenderla, la estrategia de la oposición liderada por Guaidó ha logrado sumar importantes apoyos en el exterior, pero por falta de concreción de los objetivos ha mermado entusiasmo en lo interno, esto se entiende porque como dice el refrán “los rusos también juegan” y Maduro haciendo uso de todo el poder ha criminalizado a líderes opositores, atacado con los tribunales a medios y diarios de gran tradición y audiencia como “El Nacional”, manipulando la información de la realidad de la crisis a su conveniencia como en el caso de la pandemia y de la crisis hospitalaria, en conclusión la oposición se percibe estancada y algunos dirigentes piensan que participando en las elecciones organizadas por Maduro pueden destrancar el juego, es la ruta electoral que si garantiza condiciones creíbles con observancia internacional moviliza, pero sin ellas no garantiza participación ni éxito.
En ese dilema propiciado por Maduro cabe hacerse la pregunta ¿Qué hacer cuando se hace siempre lo mismo y se obtienen los mismos resultados? La respuesta correcta es hacer algo diferente, por ahora no se tiene claro que hay que cambiar como se hizo en 2015. Supongo que lo mínimo que hay que hacer es unirse para exigir condiciones electorales apoyadas por los países y organizaciones que cooperan para una salida a la crisis venezolana, hay que poner orden y utilizar la lógica de lo distinto. Habrá quien diga que la oposición no está cediendo nada y no es así, lo novedoso de la ruta electoral si se alcanzan un mínimo de exigencias, está en la renuncia a la estrategia de pedir la elección presidencial de inmediato que ya es bastante y prepararse para el revocatorio el año próximo, con todas las garantías para Maduro y para quienes lo soliciten.