En medio de las más variadas tempestades noticiosas, incluyendo la designación tan diabólica del CNE, pasa inadvertida la pretensión usurpadora de formalizar sendas zonas económicas especiales (ZEE). De hecho, existen en forma económicamente rudimentaria, con el reparto territorial de las mafias, según las especialidades impuestas por la industria del delito, pero necesitan cada vez más de un superior (y alterno) desempeño que acarreé inversiones extranjeras de considerable calibre que esquilmar.
La fórmula no es ni será parecida al modelo chino que exige capacidad y eficiencia, pero la caricatura será suficiente para el propósito de supervivencia de sus promotores. El empleo de la nomenclatura dirá darle prestancia, contribuyendo – así – a la descomposición del lenguaje.
Coincidencia nada casual, forzado – desde hace más de una década – el Estado Comunal que despilfarró generosas cantidades de la renta petrolera, imponiendo simultáneamente tan pesadas cargas parafiscales, requiere ahora de otros recursos extraordinarios para mantenerse. Esta vez, la renta provendrá de la novísima versión de las ZEE para reforzar también esa vieja mentalidad de la que es fruto, en última instancia, el llamado chavismo que ha quedado como un fenómeno sociológico más que político.
Calcando las sombras, el modelo en cuestión luce como el más atractivo y auspicioso para las camarillas que desean consolidarse, en la irreprimible y silenciosa pugna que sostienen con otras al interior del poder establecido. Dicen iluminarlo, prometiendo una experiencia de liberalización económica que no es ni será, por la naturaleza misma del régimen de fuerza; o, vana ilusión, predicando que automáticamente suscitará el interés y la inversión de grandes y limpios capitales, como si la más alta probabilidad, y el objetivo mismo, no fuese la de captar los de procedencia dudosa que contarían con las adecuadas condiciones de un régimen que es el de las opacidades consagradas, constituyendo su principal ventaja comparativa.
Dándole jerarquía de ley orgánica, la usurpación cumple con el rito de su aprobación en la oficina subalterna que ocupa el Capitolio Federal Legislativo, intentando aparentar la seguridad jurídica que le es tan ornamental. No obstante, a propósito de la intervención de un vocero del PCV, segregado de la bancada oficialista, ésta invocó y festejó un sentido del realismo que equivale a una confesión obviamente culpable de la quiebra generalizada.
Trastocadas las sanciones internacionales en el dogmático bloqueo de la vieja narrativa, prosperan las iniciativas desesperadas por las divisas que tardan, en el marco de una guerra no convencional que ha tenido un excelente mariscal de campo con el Covid19. Nada permite vislumbrar el adecuado refinanciamiento del Estado Comunal, por lo que ha de sincerar sus límites y militarizar sus urgencias, como ya lo ilustra el conflicto padecido por los apureños.