El papa alertó hoy de los “consuelos terrenales”, que son como “analgésicos, porque dan un alivio momentáneo”, pero no curan por “dentro”, así como del peligro de que la Iglesia caiga en “el pragmatismo” si antepone sus proyectos a las personas, durante la celebración de la festividad de Pentescostés en la basílica de San Pedro del Vaticano.
El pontífice ofició una misa, concelebrada con sesenta prelados, entre cardenales, obispos y canónigos, en el día en el que los católicos conmemoran la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y en su homilía defendió la necesidad de vivir el presente, superar las divisiones y anteponer el bien común al individualismo.
Francisco comenzó su homilia hablando de la expresión “Paráclito”, que es la que usa Jesús para referirse al Espíritu Santo, en una doble función, la de dar consuelo y la de abogado.
“Todos nosotros, especialmente en los momentos difíciles como el que estamos atravesando, buscamos consuelo. Pero frecuentemente recurrimos sólo a los terrenales, que desaparecen pronto”, dijo, al compararlos con “los analgésicos, que dan un alivio momentáneo pero no curan el mal profundo que llevamos dentro. Evaden, distraen, pero no curan. Calman superficialmente, en el ámbito de los sentidos y no del corazón”.
Según Francisco, “el mundo, en la prosperidad, consuela y adula, y en la adversidad, se burla y condena”: “Primero nos halaga y nos hace sentir invencibles, después nos echa por tierra y nos hace sentir inadecuados. Hace todo lo posible para que caigamos”.
“El Espíritu nos pide que demos forma a su consolación. ¿Cómo? No con grandes discursos, sino haciéndonos próximos; no con palabras de circunstancia, sino con la oración y la cercanía”, explicó.
Y añadió: “Es el tiempo del gozoso anuncio del Evangelio más que de la lucha contra el paganismo. Es el tiempo de llevar la alegría del Resucitado, no de lamentarnos por el drama de la secularización. Es el tiempo para derramar amor sobre el mundo, sin amoldarse a la mundanidad. Es el tiempo de testimoniar la misericordia más que de inculcar reglas y normas”
Sobre la labor de “abogado” del Espíritu Santo, el papa afirmó que “nos defiende de las falsedades del mal inspirándonos pensamientos y sentimientos. Lo hace con delicadeza, sin forzarnos. Se propone pero no se impone” y señaló tres “antídotos básicos” contra las tentaciones.
El primero es “vivir el presente, no el pasado o el futuro”, con sus “nostalgias” e “incertidumbres”, porque es “el momento único e irrepetible para hacer el bien”, mientras el segundo se refiere a “buscar el todo, no la parte”, con la primacía de la “comunidad” sobre el individualismo: “no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda”.
Y el tercero es “Pon a Dios antes que a tu yo”, que sirve para las personas pero también para la Iglesia: “No salvamos a nadie, ni siquiera a nosotros mismos con nuestras propias fuerzas. Si ponemos en primer lugar nuestros proyectos, nuestras estructuras y nuestros planes de reforma caeremos en el pragmatismo, en el eficientismo, en el horizontalismo, y no daremos fruto”.
“La Iglesia no es solo una organización humana, es el templo del Espíritu Santo”, concluyó Francisco.
EFE