El ritual matutino de Kodi Brady, agricultor de Coonabarabran, ha sido durante los últimos meses la limpieza de ratones. Antes de ir a trabajar, Brady recoge cientos de ratones muertos que ha conseguido ahogar en cubos o envenenar, mientras la mayor plaga de estos roedores en décadas se extiende por el estado australiano de Nueva Gales del Sur.
“No duermo porque estoy paranoico, ya sabes, puedes oírlos en tus paredes y en tu techo”, dijo.
Los ratones se adaptan bien al clima, a menudo duro, del país. Pueden sobrevivir a largos periodos de tiempo seco. Cuando el tiempo cambia, prosperan y se reproducen rápidamente al disponer de comida y agua.
Cuando un reciente fenómeno meteorológico de La Niña trajo fuertes lluvias a la costa oriental de Australia, no sólo ayudó a producir la mayor cosecha de cereales de la historia del país, sino que también proporcionó abundante alimento a los roedores de rápida reproducción.
“Mi casa está absolutamente sellada como un submarino. Tengo goma alrededor de las puertas y por debajo”, explicó Brady. Todos los días tiene que recoger los resultados de sus trampas. “Tengo unas 15 estaciones de cebo y paso al menos una hora cada mañana y cada noche recogiendo ratones muertos”.
La tarea es sumamente desgastante a nivel físico y emocional. “El olor es putrefacto. El olor de los ratones vivos es terrible, pero el olor de los muertos es diez veces peor (…) Tiene un gran impacto en tu salud mental, te lo aseguro”.
El agricultor contó la diferencia que notó cuando fue a Sidney para un turno con el dentista y pasó una noche en un hotel. “Fue el cielo. Normalmente no voy a Sidney por una buena noche de sueño, por el ruido y ese tipo de cosas. Pero fue el paraíso no estar tan paranoico. La gente también ha sido mordida en la cama. Como, ya sabes, están acostados en la cama y son mordidos”.
Los medios de comunicación locales informan de que una sola pareja de ratones puede producir una media de 500 crías en una temporada.
Los programas intensivos de colocación de cebos han tenido hasta ahora poco éxito contra la infestación, y la población local espera que las fuertes lluvias ahoguen a los ratones en sus madrigueras.
Para combatir la plaga, los granjeros, que aún no se recuperan de la peor sequía, el peor incendio y las peores inundaciones en décadas en el este de Australia, deben invertir casi 13.300 dólares en raticidas para cubrir un área de 1.000 hectáreas antes de comenzar a sembrar.
“En muchas áreas, los granjeros ya están en su tercera o cuarta ronda de veneno y los costos se incrementan sin que se tenga una solución a la vista”, señaló recientemente el presidente del comité de Granos de NSW Farmers, Mattew Madden.
La plaga de roedores, que se da en pleno otoño austral y de la que no se tienen datos sobre los costes para la economía, ya obligó a un 40% de los agricultores de Nueva Gales del Sur a reducir el área de sus cultivos, según una reciente encuesta del sector.
Con información de Reuters