El armario de la familia real británica abrirá este junio sus puertas en una exposición en Londres que rescata del olvido piezas icónicas como el vestido de novia de la princesa Diana de Gales, una prenda cuyos diseñadores lucharon por mantener en secreto hasta el día de la boda.
Con las cortinas bajadas y envueltos en un halo de misterio, los estilistas Elizabeth y David Emanuel confeccionaron en su estudio el vestido nupcial de Lady Di, ataviado con una cola de más de siete metros de largo, la más extensa en la familia real británica, que ahora copa el pequeño invernadero barroco recién restaurado de los jardines de Kensington.
La prenda, cedida por los hijos de Diana, los príncipes Guillermo y Enrique, es la estrella de una muestra que ahonda en el proceso creativo detrás del vestido y en la historia personal de aquellos que contribuyeron a que estuviera listo para el gran día.
En el taller, acompañaron a la pareja de diseñadores tres mujeres, Nina, Rose y Caroline, que después de intensas jornadas de trabajo entre telas y abalorios, asistieron a la boda para ver en directo cómo Lady Di lucía su preciada creación, de corpiño ajustado y mangas abullonadas adornadas con lazos y volantes de tafetán.
La princesa de Gales eligió el diseño final de la prenda tras probarse varios modelos y revisar junto con su madre decenas de bocetos, un material que ahora se exhibe por primera vez después de décadas celosamente guardado para evitar que nadie copiara las técnicas.
Este secretismo marcó la creación del vestido, custodiado por la noche por guardias de seguridad que vigilaban de cerca a los periodistas acampados en el exterior del taller, al acecho de cualquier despiste que filtrara algún detalle de la prenda.
La intriga incluso llevó a algunos curiosos a fisgonear en la basura del estudio en búsqueda de retazos y bocetos, una pericia que los diseñadores lograron frustrar tirando entre los desperdicios recortes y telas que no se correspondían con el vestido de Diana.
Toda precaución era poca: “incluso tenían un vestido de repuesto listo para usar, aún no terminado, pero que podían ultimar en el mismo día de la boda en caso de que alguien filtrara el diseño de la prenda original”, explica a Efe la comisaria Caterina Berni.
Afortunadamente, la astucia de Emanuel logró desorientar a la prensa y el vestido permaneció lejos de todas las miradas hasta el día en que Diana y el príncipe Carlos se dieron el “sí quiero”, el 29 de julio de 1981, en la catedral londinense de San Pablo.
DISEÑAR PARA LA REALEZA
La exposición “Royal Style in the Making” (“Creando el estilo real”), abierta hasta el 2 de enero de 2022, también ofrece la oportunidad de contemplar otras piezas diseñadas para Lady Di, como el célebre conjunto de vestido y chaqueta rosas creado por David Sassoon, con quien intercambió cartas que ahora se exhiben en la muestra.
Además, la exposición se centra en otras dos generaciones de mujeres de la familia real británica, con la reina Isabel II y su madre como protagonistas, e indaga en la relación que mantuvieron con algunos de sus diseñadores de cabecera.
Entre ellos, se encuentra Norman Hartnell, que definió el estilo de la Reina Madre con prendas como innovadores vestidos de falda ancha, inspirados en la época victoriana, o un glamuroso vestido de noche negro, presente en la muestra, confeccionado con seda aterciopelada.
Otras de las piezas más notorias, rescatadas del baúl de la familia real, son una toile de Jouy del vestido de coronación de la Reina Madre, en 1937, obra de la modista Elizabeth Handley-Seymour, y un vestido de estilo georgiano diseñado por Oliver Messel para la princesa Magarita, hermana de Isabel II.
EFE