Chelique Sarabia compuso “Ansiedad” su tema más conocido, en 1955 cuando solo contaba con 15 años, se inspiró en la película “Ansiedad” protagonizada por Pedro Infante y Libertad Lamarque, la grabó Rafael Montaño y se convirtió en un éxito nacional, unos pocos años después Renny Ottolina se la recomendó a Nat King Cole quien la incluyó en un disco en español marcando el destino internacional del tema que ha sido versionado por los más famosos interpretes y orquestas de todo el mundo. Sin embargo el propio Chelique en muchas entrevistas ha declarado que la canción con la cual se identifica más es “Mi propio yo”, en la cual se reconoce biográfica y emocionalmente.
El bolero como género musical tiene su historia y sus protagonistas en Latinoamérica, en Venezuela sin embargo además de la imprescindible guitarra que identifica al ritmo suave y lleno de sentimientos que se convierte en la canción del alma, el bolero se acompañó en la década del 50 y el 60 con arpa, cuatro y maracas, a ritmo de vals y de pasaje. “Mi propio yo” contiene la derrota, el pesimismo y la melancolía que se dice es la estructura emocional del bolero, en una entrevista a Agustín Lara le preguntaron ¿qué es un bolero? y el compositor mexicano respondió que si se quería saber qué era un bolero había que escuchar “Campanitas de cristal” de Rafael Hernández, lo mismo puede decirse con “Mi propio yo” y otros temas de Chelique Sarabia que contribuyó con sus canciones a modelar “el sí mismo” musical de la generación de 1958.
La pregunta que me hago en 2021 es si los venezolanos somos emocionalmente tristes en relación con la proyección del “yo ideal” histórico, si nuestro aparente pesimismo es atávico, en esto no tiene nada que ver la canción de Chelique ni ningún otro tema, he tomado en préstamo la composición de Sarabia para rendirle homenaje como uno de los mejores compositores de música popular que tenemos y visualizar como “la mueca de dolor” del pueblo ante la tragedia que estamos viviendo, puede representar una derrota personal y colectiva de muchos venezolanos, que no pueden sonreír bajo una tiranía que se está cayendo pero no termina de caer y en el balanceo la confianza imprescindible para el cambio se ha vuelto indiferencia, olvido de la memoria histórica.
El propio yo de la Venezuela actual está fragmentado, la huída del país de millones de venezolanos es una realidad, el sentimiento derrotista supera la esperanza, “queremos a Venezuela pero no podemos esperar el tiempo de Dios en su perfección” he escuchado con más dolor y pena en una de las tantas despedidas que nos han tocado de amigos y familiares camino del exilio forzoso, el drama venezolano supera cualquier bolero, no es un despecho por el pasado sino una angustia por el porvenir, que con Acuerdo Nacional o sin él se nos hace incierto, porque la raíz del problema es el régimen de Maduro, que puede vivir sin la mitad o más de las gobernaciones y alcaldías hasta 2025 sin problemas, porque si no se logra incluir la elección presidencial en la negociación obtiene una legitimidad que no ha podido alcanzar y una reducción de sanciones que le darían una estabilidad inédita internacional, ya que las gobernaciones y alcaldías no representan con la centralización y el estado comunal en marcha, un escollo para continuar en el poder.