Estamos convencidos que la planeación y las metas inteligentes son factores claves para alcanzar el éxito, sin embargo, cuando las metas no están bien formuladas, no son realizables y se convierten en una obsesión, pueden llevarte al más rotundo fracaso, esa obsesión es lo que se conoce como Goalodicy.
Goadolicy, término que se forma de la fusión de las palabras en inglés meta y teodicea, cuya etimología establece una similitud con “justicia divina” o futuro idealizado. Y también refiere a ceguera de objetivo.
Esta definición aparece por vez primera en el libro “Persecución de metas destructivas: Desastre del Monte Everest”, del doctor en Filosofía D. Christopher Kayes, profesor de Administración en la Escuela de Negocios de la Universidad George Washington y profesor invitado en la Universidad de Hull, Reino Unido. También está presente en su artículo “La búsqueda destructiva de metas idealizadas”, reconocido como su primera contribución más significativa por parte de la División de Comportamiento Organizacional de la Escuela de Administración.
Precisa en su libro sobre persecución de metas destructivas: “La parte de “meta” de esta palabra destaca la cualidad de la metaodicea orientada al futuro, de modo que una meta puede verse como un estado futuro idealizado, un resultado óptimo. La parte de “teodicea” de esta palabra enfatiza que la información actual se ignora por temor a que signifique que no se logrará la meta. Goalodicy es una noción útil para mostrar que algunas o todas las consecuencias negativas de las metas han comenzado a aparecer”.
El caso de Robert Falcon Scott, un oficial de la Marina Real Británica y explorador que lideró dos expediciones a la Antártida: la Expedición Discovery (1901-1904) y la fatídica Expedición Terra Nova (1910-1913), puede servirnos de ejemplo y darnos el contexto para entender mejor esta definición.
Scott cautivado por la aventura y lo desconocido, se estableció como primera meta llegar lo más cerca al Polo Sur, y lo logró, incluso batió record y descubrió la meseta antártica. Años después trazó una segunda aventura; quería ir más allá en su exploración, recoger muestras de fósiles y evidencias de vida de ese territorio inhóspito, lideró el viaje con cinco hombres, sin embargo, hubo fallas en la planeación. Scott y sus compañeros murieron en el trayecto de retorno. El Polo Sur fue una meta que lo obsesionó y lo llevó a la muerte, y eso es lo destructivo de las metas que están más allá de lo razonable.
Está muy claro que plantearse objetivos y metas, planear inteligentemente, no es un arte que todos dominan.
Como coach me he tropezado con clientes que han fallado por tres razones principales, por plantearse objetivos inalcanzables que terminan consumiendo sus recursos, sus fuerzas, energías y esperanzas, otros por establecerse metas muy por debajo de sus capacidades y potencialidades y algunos por obsesionarse con el cumplimiento de sus objetivos, indistintamente si estos hayan sido los adecuados o no. Y es que ese es el riesgo de la obsesión, porque te ciega, ensordece, apaga las críticas y las alertas, se cierra a las recomendaciones y a las objeciones.
Una cosa es luchar y persistir por alcanzar el objetivo que te trazas, basado en el conocimiento de tus capacidades, alcances y fortalezas, pero otra muy distinta es poner en riesgo la propia vida o el negocio por ir ciegamente tras ese objetivo, eso no es saludable.
La idea que quiero compartir contigo de esta reflexión, es que la clave está en aprender a plantearse objetivos inteligentes o SMART, es decir, que sean específicos, medibles, alcanzables, relevantes y en un tiempo definido, y el error está en convertirte en su esclavo.
Pregúntate, en qué falló Robert Falcon Scott, cuál ha sido el error de otros tantos expedicionarios, emprendedores, grandes empresarios e inventores, y en las respuestas a estas preguntas, puedes descubrir la lección, por ejemplo, que no se dieron el tiempo, ni estuvieron dispuestos a formularse las preguntas correctas cuando se plantearon esa gran idea, que luego convirtieron en su objetivo.
¿Qué no hicieron? No valoraron los pros y contras de su idea, se dejaron llevar por lo prometedor del proyecto, sin valorar el costo- beneficio de este. Olvidaron que el tiempo era su bien más valioso, y que ellos tenían el poder de decidir cómo gastarlo. Cuando no analizas los riesgos que implica un proyecto, te arriesgas a perder tiempo, recursos, ánimo, energías e incluso, la vida.
No eligieron el camino correcto, recurrieron a la vía más expedita para alcanzar el objetivo que les obsesionaba, no se detuvieron a estudiar los distintos escenarios, ni el tiempo, ni los riesgos inmersos en cada ruta.
No fueron capaces de replantear sus objetivos, es normal que cuando has invertido tiempo y dinero en una idea, te sientas vinculado emocionalmente a ella, pero hay que tener la lucidez y la sensatez necesaria para cambiar, a tiempo, el plan de acción y replantear los objetivos. Hoy, la humanidad ha recibido una enorme lección, el mundo cambia de la noche a la mañana, y en razón de ello, también debes tener la plena disposición de cambiar tus objetivos.
Asumieron su objetivo como su misión de vida, Scott y todos los que se han obsesionado con sus objetivos y ambiciones, han olvidado quienes realmente eran. Incurrieron en el error de asumirse como sus propios objetivos y dejaron atrás sus propias necesidades, sus aspiraciones, su propósito y sus sueños.
Ahora quiero invitarte, a reflexionar y cuestionarte sobre tu posición ante los objetivos que tienes en frente en este momento, a no incurrir en esta obsesión que en nada te beneficiará y no favorecerá a tu negocio. Y a que tengas presente cinco palabras a la hora de definir y analizar tus objetivos: propósito, claridad, realidad, intención y determinación.
Ten en cuenta que sin un propósito claro, te arriesgas a sufrir de esta extraña obsesión por los objetivos inalcanzables y destructivos, denominada Goalodicy.