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Quienes vivieron el secuestro en carne propia se encontraron de frente con sus . El evento, inicialmente de reconocimiento y reconciliación, terminó en un reclamo a los excombatientes por su discurso político alejado del arrepentimiento.
Por semana.com
La expectativa era inmensa. Por primera vez, algunas víctimas del horror del secuestro de las Farc se encontraban cara a cara con sus victimarios tras haber sufrido los vejámenes de estar encadenadas en la selva. Íngrid Betancourt, sobre quien estaban puestos todos los ojos, viajó desde París a fin de tener al frente a sus captores y decirles lo que sintió esos seis años, cuatro meses y nueve días de secuestro, y lo que ha tenido que vivir hasta hoy. Quería escuchar palabras de arrepentimiento y de perdón de sus captores, pero nunca llegaron; se encontró más con un discurso político en favor del acuerdo de paz que con un acto de contrición.
La imagen era inédita. En un costado, las víctimas: Íngrid Betancourt, el diputado Armando Acuña, Diana Daza, Ángela Cordón, Helmuth Angulo, Carlos Cortés y el ganadero Roberto Lacouture, todos conmovidos durante las más de cinco horas que duró el encuentro. La solidaridad entre ellos fue el bálsamo ante la indiferencia de los exguerrilleros.
Cada relato, historia y lágrima los sintieron como suyos, y sus mentes –según le reconocieron varios a SEMANA– se transportaron de inmediato a la manigua, a las cadenas apretadas con las que estuvieron presos y al olor de la selva; del otro lado, los excomandantes, cruzados de piernas, algunos tomando apuntes, ni se inmutaron.
“Era como si no se les hablara a ellos”, describió. El presidente de la JEP, magistrado Eduardo Cifuentes, lloró ante los relatos, pero entre los ex-Farc reinaba la frialdad. “Para ellos era un acto como cualquier otro, no vi ninguna emoción”, resumió Betancourt, incómoda por lo ocurrido.
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