Miles de personas salieron a las calles al grito de “Patria y Vida”, el nuevo mantra de los sectores mayoritarios que demandan condiciones de vida digna, acceso a alimentos, medicinas, productos de cuidado personal, como exigencias concretas e inmediatas, pero que se enmarcan en otras más amplias, como el derecho a la manifestación, a la reunión y a la libre expresión, que aunque están consagrados por distintos instrumentos internacionales, les han sido arrebatados en nombre de la revolución.
El politburó del Partido Comunista de Cuba, que de acuerdo a la Constitución es “único, martiano, fidelista, marxista y leninista” y que se percibe a sí mismo como “la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”, perdió hace mucho tiempo la conexión con la realidad, y se ha limitado a celebrar ceremonias en las que “renuevan a sus autoridades” (una forma de purga interna) y publicar comunicados con consignas y estribillos propios de la guerra fría.
Sin embargo, en las calles de las ciudades y los poblados de la isla la realidad es otra. No solo la situación económica se ha recrudecido de manera pronunciada, sobre todo a partir de la crisis venezolana y más recientemente la caída del turismo producto de la pandemia, sino que a partir de la irrupción del internet (2018), se ha puesto en verdadera amenaza la narrativa oficial que por tanto tiempo el régimen pudo sostener a través del aislamiento mediático y el monopolio de los medios.
Hoy en día en la isla hay influencers, youtubers, tiktokers, jóvenes que no crecieron en la épica revolucionaria sino en las penurias del periodo especial, que no escucharon la nueva trova cubana sino las letras de J Balbin o Bad Bunny, y que han podido acceder al mundo a través de las grietas cada vez más evidentes del arcaico sistema de control del régimen que los gobierna.
Los artistas, los grupos religiosos, los cuentapropistas, colectivos con intereses diversos, aquejados por los mismos problemas, han logrado hacer un diagnóstico común. Se trata de organizaciones horizontales, dinámicas, escurridizas para un sistema que está creado para hacer frente a organizaciones verticales más tradicionales y propios del siglo pasado.
La revolución cubana es obsoleta. Lo saben los cubanos y las cubanas que viven en la isla, lo sabe la diáspora y lo sabe la comunidad internacional. Quizá los últimos en enterarse sean sus jerarcas.
Jesús Delgado. Director de Desarrollo Institucional de Transparencia Electoral
@JesusDValery