No son mendigos, pordioseros o sablistas de espacios, mantienen la dignidad, el respeto a la libertad, democracia y orgullo venezolano. Los de arraigo dando pelea dentro de Venezuela, otros luchando duro y con mucho sacrificio en el exilio. Dirigentes realmente líderes, que no han bajado la cabeza, ni traicionado valores y principios a cambio de bagatelas e insignificancias. Que mantienen las manos limpias e higienizadas; la testa en alto, cara a cara con los venezolanos para decirles con gallarda estimación seguimos, mantenemos posiciones y banderas, no nos doblegan ni entregamos.
No son muchos, muestra de esta Venezuela del siglo XXI que se debate entre un régimen duro en represión, perseverante en la corrupción, y adversarios que hablan mucho de la boca para afuera, pero que se doblan para no quebrarse a cambio de unos cuantos cargos y concesiones de ninguna o escasa consecuencia para el rescate de Venezuela.
Jamás podrá decirse que esos andrajosos de codicias, avaricias, usureros y ruines, de escaso alcance y limitaciones, estén representando a la misma Venezuela que ha salido a las calles a protestar, dar la cara, enfrentar con coraje balas asesinas, chorros de agua impúdica, repugnante, gases desconsiderados y lacrimógenos, y patadas de una tiranía que a base de espionaje por entrenamiento castrista denuncia a los ciudadanos dignos, golpeándolos, torturándolos y arrestado a quienes disienten de cualquier edad y grupo social.
Hoy los cubanos harapientos, vestidos miserablemente, cargados de hartazgo y pasando hambre, salen a enfrentarse con las fuerzas castristas equipadas con armas, palos, con fría y eficiente experiencia vigilante de fisgoneos entre los mismos ciudadanos que han estado tiranizando por más de sesenta años, recordemos a esos miles de venezolanos que llenaron las calles de Caracas para rechazar a Chávez, y lo volvieron a hacer contra él mismo y su heredero impuesto, formado por los castristas.
Con la diferencia de que aquellas expresiones masivas e inmensas eran en un país que todavía no languidecía por los errores chavistas, y la pesadumbre que ahora padece consecuencia de la ignorancia y corrupción; nación petrolera que se quedó sin petróleo, territorio rico sin riquezas ni moneda que valga algo.
Sinvergüenzas lanzados a cambiar alardes de legitimidad por pedacitos de dominio, posibilidades de parecer democráticos y libremente elector, tenemos que recordar, con mezcla de esperanza y melancolía, a los pocos dirigentes que han demostrado, y siguen haciéndolo, que con ellos sí puede contar la libertad y recuperación del gentilicio venezolanos.
Las egoístas negociaciones en México con o sin Noruega traerán arreglos envueltos en mayor control de la tiranía que, gracias a los complacientes lambusios y ambiciosos, recupera, al menos por omisión, la legitimidad. Los presos políticos civiles y militares seguirán sepultados en los sótanos policiales y los exiliados no podrán volver a su patria. Los jefes pandilleros seguirán en Colombia mientras no se enreden en villanías propias y los ciudadanos, tanto si son ingenuos y van a votar como si son dignos y no se dejan arrastrar por holgazanes vendidos, estúpidos y rendidos, seguiremos hundiéndonos en el pantano fétido, asqueroso de este fracaso sin vacunar.
A los presos políticos los tiran al vacío; larga tradición de la tiranía. No tienen derechos, se ceban en sus necesidades más elementales. Quieren destrozar su mente (y en casos, lo logran). Además de la terrible situación de saberse víctimas de la mentira.
Cada día que transcurre exhibiendo tanta crueldad se hace más palpable la indecencia de siquiera pensar que es posible una transacción con el mal. Perdonarlos, absolverlos, ofrecerles inmunidad, es parte del mal. Y del mal no sale ningún bien.
Esperando los que sigan embanderados de dignidad, echen adelante y convoquen a la ciudadanía decorosa, honorable, que por mucho es mayoría. Será más pronto que tarde, el club nefasto encabezado por Díaz-Canel no es inspirador ni dura cien años. Hasta el castrismo, con décadas de afrenta, intolerancia e ignominia, está ahogándose en una palabra clave que es concepto de vida: ¡libertad!”.
Como el toro de lidia, bestia feroz, siempre alerta, atemorizante, baja la cerviz para embestir y es ahí donde el torero aprovecha para, con destreza y arte, clavar la espada. El animal no muere por débil, sino por creer ciegamente en su poder. El lidiador no mata por vigor, fortaleza, o empeño, sino por hábil, torear es maestría de pericia y técnica, no de fuerza.
@ArmandoMartini