Hace no muchos años, quizá 10, nada hubiera pasado, nada hubiera sido un escándalo. Esta semana dos carteles publicitarios, dos expresiones de comunicación, han focalizado en España las controversias del mundo de la política, la cultura y el universo de las redes sociales. El cartel de una película y el de un concierto. Uno de ellos ha desaparecido de la vista de los ofendidos que clamaban por su retirada. Otro fue ocultado a la vista de sus posibles víctimas durante algunas horas. Las víctimas directas: el director de cine Pedro Almodóvar y la cantante Zahara.
Por infobae.com
El 3 de septiembre Zahara se subirá a un escenario en la ciudad de Toledo. Qué diga, qué pase será imprevisible. Todos estarán pendientes de su reacción ante la retirada del cartel del festival Toledo Alive tras el resquemor suscitado en parte de la ciudadanía. El promotor del concierto, Rafa Carcama, dice que al poco de lanzarse el afiche recibió algunas quejas. Lo mismo al Ayuntamiento del municipio. Decidió retirarlo, porque él no va a crear problemas, sino a dar conciertos, explica en conversación con Infobae. A él no le ofende. Tampoco cree que la imagen tenga una “connotación que pueda herir a nadie”.
A la ultraderecha de Vox sí. Ha clamado al cielo por lo que considera una ofensa de los valores de los españoles, “una ofensa extrema a la Virgen”. Y es que el cartel en cuestión presenta a Zahara caracterizada como una virgen: una diadema en la cabeza que, con rayos, simula un aura y un niño en brazos. La Iglesia ha intervenido en la polémica, y el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves, ha pedido el “respeto debido hacia la figura de Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra”. La imagen censurada es una variante de la que ilustra el nuevo disco de la artista, lanzado el 30 de abril pasado con el título Puta. El cartel está por toda España en diferentes versiones y no se conoce, a día de hoy, que lo vayan a retirar en más sitios.
Esta misma semana, Facebook censuraba en su red social Instagram el cartel que promociona la próxima película de Pedro Almodóvar. En la imagen, un pezón del que cuelga una gota de leche. La empresa americana ha pedido disculpas. Después de que el cartel fuera censurado brevemente. Lo achacan al algoritmo que decide qué se puede publicar y qué no.
Marta García Aller es periodista, profesora en el IE Business School y ha publicado dos libros sobre inteligencia artificial. El último, con un título muy elocuente: Lo Imprevisible. Todo lo que la tecnología quiere y no puede controlar. Su reflexión sobre la decisión de censurar el cartel de Almodóvar explica claramente cómo funciona la inteligencia artificial que toma decisiones por humanos. “El algoritmo”, dice, “se limita a reproducir los sesgos y prejuicios de quienes los programan. A Facebook e Instagram siempre le han parecido más peligrosos los pezones de las mujeres, que el hecho de que sus redes se llenen de noticias falsas, apología del terrorismo o estafas. Ha invertido muchos más recursos en que sus algoritmos detecten los pezones que los delitos de odio”.
Javier Jaén, autor del cartel de la nueva película de Almodóvar, titulada Madres Paralelas, tiene claro que si el pezón hubiera sido de un hombre no lo hubieran censurado. Él, según ha contado a lo largo de esta semana, tuvo sus dudas y se las expuso a Almodóvar. Sabía que Instagram -red social perteneciente a Facebook- tenía problemas con los pezones y los solía censurar. Fue Almodóvar quien decidió seguir adelante. Al final, lo censuraron. Siquiera brevemente. El propio Almodóvar ha agradecido el ruido de protesta contra la censura; rebelión en las redes que ha obligado a dar marcha atrás a Facebook.
En cuanto a Zahara, el cartel no deja de ser una prolongación del trasfondo de un trabajo que ahora presenta, concierto a concierto, por todo el país. “Hace casi dos años ya sabía que mi próximo disco se llamaría Puta y que cerraría la trilogía que empezó con Santa. Yo quería hacer un disco con el que, solo con leer su título, sintieras la incomodidad con la que tenemos que vivir nosotras”. Explicó entonces la cantante en sus redes sociales: “Cuando tenía 12 años y me llamaban puta se me hundía el mundo. Sentía que todo lo que me pasaba era porque me lo merecía y solo quería desaparecer si alguien me atacaba con esas cuatro letras. Escrito aquí, al lado de mi nombre, ha perdido todo su significado. Puedes decírmelo a la cara. Ese insulto que he recibido durante toda mi vida ya no me hace daño, está vacío de contenido. Esa incomodidad, ya no es mía. Ahora tú que estás ahí, al otro lado, tendrás que decidir qué hacer con ella”.
Estos son los hechos. Las reflexiones van más allá. El Ayuntamiento de Toledo, que gobierna el PSOE, no quiere hablar sobre el cartel de Zahara, dice que nada ha tenido que ver y que es el promotor quien lo ha retirado. Sobre porqué han aceptado esa decisión, sobre porqué no han salido a defender el cartel no dicen nada, silencio. La alcaldesa de la ciudad, Milagros Tolón, se ha limitado a lanzar un tuit en el que no cita el cartel de forma directa. Dice: “Mi apoyo total al concierto de Zahara en Toledo. Nuestro gobierno defiende la tolerancia, el respeto y la libertad de expresión como seña de identidad y esencia de una ciudad libre y hospitalaria como esta. Ni cedimos ni lo haremos ante quienes coartan libertades”. La carga de la prueba, sobre el promotor, Carcama.
Edu Galán, fundador de Revista Mongolia, que se ha visto en los tribunales por sus sátiras sobre el torero Ortega Cano, tiene claro que si hablamos del cartel de Zahara estamos ante un caso de “censura”. Según él, “hay que diferenciar entre una censura formal, propia de los estados represores, y una censura informal, que emplea elementos como las redes sociales o la Justicia para que se te meta el susto” [en el cuerpo] y así provocar la autocensura. El autocontrol. Para que antes de hacer algo se piense dos veces.
“Esto es censura. Al artista tratan de quitarlo del espacio público. El clima que se está creando” es de miedo. Galán ha publicado recientemente el libro El síndrome Woody Allen. “Desde hace 10 años”, dice, “nos comunicamos a través de nuevas tecnologías que enaltecen unas cosas y anulan otras. Las herramientas nos usan a nosotros. Entre otras muchas cosas, las redes sociales condicionan la visión del mundo”. El mayor problema, explica, es que se premia “el señalamiento, el victimismo”. Y da ejemplos: durante el Covid se publicó en redes el vídeo de un padre que paseaba con su hijo, que no llevaba mascarilla. Le llovieron las críticas. El niño era autista. Eso se ignoró, recuerda.
Pero lo que más le preocupa es la “infantilización” de una sociedad que, así, es más vulnerable, manejable, por los populismos. “Me da mucho miedo cuando la gente vota a esta gente de Vox” argumentando que le van a solucionar sus problemas. Pero, “¿de qué nos están protegiendo? ¿De un cartel de una virgen?”.
Darío Adanti, ilustrador, humorista, historietista argentino que reside en Madrid, reflexiona en una línea similar: “Lo que está pasando antes ocurría, pero de forma más puntual. Parece que las redes sociales dan amplitud” a las polémicas. Hay que entender, señala, que “no tienen los mismos códigos la expresión de las ideas –políticas, por ejemplo- que la expresión artística”. Habla, así, de cómo los griegos no podían insultar en el ámbito público, pero sí en la comedia, en teatro.
“El mundo digital, que tiene muchas ventajas, tiene dos desventajas, a mi juicio. Por un lado, anula todo el contexto, que es fundamental para entender el arte. Por otro, nos comportamos como niños caprichosos que reclamamos al Estado que nos quiten de la lo que no nos gusta”. Pone el foco aquí en los algoritmos de las grandes multinacionales que en definitiva deciden que mostrar o no mostrar, que se puede ver y qué no se puede ver. “Ahora hay una queja y cunde el pánico, la gente se asusta y se echa para atrás”, indica a raíz de la polémica del cartel de Zahara, donde el promotor ha decidido no meterse en líos y retirarlo de la circulación.
Reacciones como las de la cantante Rozalén o la actriz Ana Milán -más que influyente: un millón de seguidores en Instagram, por ejemplo; más de 600.000 en Twitter- son una muestra del constante malestar que las dos reacciones contra los carteles han provocado en los últimos días. El apoyo a Zahara, absoluto. La ironía con la censura temporal al cartel de la película de Almodóvar, una constante.
Milán ha dicho: “La ultraderecha pide que se retire el cartel y se cancele el concierto de Zahara por ofender a la virgen (no especifican a cuál); los todofóbicos criticando el cartel de Almodóvar porque les ofende. Sin duda la psiquiatría es la carrera del futuro. Más cultura y menos ofensa”.
Remata Almodóvar que “por mucha información que posea el algoritmo nunca tendrá corazón ni sentido común”. En el caso del cartel de Zahara no ha intervenido algoritmo alguno.