Con profundo dolor ví una y otra vez, las fotografías de Delcy Rodríguez y el séquito ministerial de la usurpación paseándose muy horondos por la Universidad Central de Venezuela. Asistieron a esa particular fiesta los más altos funcionarios que pudieron colearse, las maquinarias y los empleados. Formalizaron así la invasión de la universidad que me formó. Violentaron como les dio la gana, la autonomía universitaria. A es un derecho adquirido esa violación por más que la Constitución defina y ordene el respeto a la autonomía en sus diferentes aspectos, incluyendo la administrativa, y establezca la inviolabilidad del recinto universitario. Las gráficas se parecen a la visita realizada a París, cuando los nazis arrodillaron a Francia en la II Guerra Mundial. La misma universidad de la que se aprovecharon los hermanos Rodríguez (porque Maduro sólo iba a tirar piedras a la entrada de Plaza Venezuela), gozaron tempranamente del presupuesto universitario y dijeron hacer política en ella, porque realmente no era hacerlo con las capuchas y los níples que acostumbraban en la semana. Deben estar complacidos también los Nelson Merentes, Héctor Navarro y Earle Herrera que, por cierto, antes vivían muy bien de sus salarios como profesores, años sabáticos y una que otra beca, todo imposible hoy.
La jugarreta es demasiado evidente. Maduro Moros y César Trompiz, el ministro usurpador de Educación Superior, niegan el justo presupuesto a la UCV. Y la Ciudad Universitaria, patrimonio cultural de la humanidad, va derrumbándose poco a poco. Una maligna y paciente estrategia para el derrumbe de las instalaciones. Luego se presenta el ministrico, a quien no le duele una universidad donde no estudió, y ofrece repararla. Entre bombos y platillos, poniendo ellos los contratistas y los reales, ensayan con la caminería Nadie dice nada. Las autoridades agradecidas festejan la cosa. No se oye a un líder profesoral, estudiantil o de los egresados, ponerle el pecho al asunto, excepto algún balbuceo por aquí o por allá. Entonces, teniendo sobrados reales para ello, pendientes de financia adicionalmente la campaña pseudoelectoral del 21 de noviembre (día del estudiante para más ironía), deciden ponerle la mano a toda la UCV para “embellecerla”. Nos recuerda tanto al entonces al acalde Jorge Rodríguez, quien contrataba a Desorden Público y otras bandas musicales, para montar un show en la llamada Tierra de Nadie (un buen ucevista sabe el lugar), sin pedir permiso a ninguna autoridad universitaria.
Esta es la situación de mi univesidad de 300 años, ícono de toda Venezuela. Por ello, en la Fracción 16 de Julio, demasiadas veces, insistimos en la defensa de la UCV y de todas las universidades venezolanas. Y no se quejen, pues, desde 2018, hicimos propuestas reales y concretas a las que simplemente tuvieron miedo, porque también los colaboracionistas juegan y juegan muy feo. En el piso mi universidad y todas las casas de estudios del país, como mi querida Universidad de Oriente, de nada vale hacerse los locos con el problema. Y es verdad, cuando se habla del problema, todas las miradas caen sobre la rectora de la UCV, como si fuese la única, pero debemos saber que encabeza una universidad de 300 años. Es natural que esperemos de ella una respuesta convincente, porque además preside la asociación nacional de rectores (AVERU), en la que, valga el dato, sentarán al rector usurpador que les asigne el CNU por la Universidad Simón Bolívar. Me duele y mucho la UCV y humildemente, como egresado y ciudadano, más que como diputado de la legítima Asamblea Nacional, espero que encabece decidida la lucha por la autonomía universitaria, ahora, que la usurpación pretende una universidad comunal.