Nos guste o no, el porno es el primer contacto que tenemos con una dinámica sexual. Lo que significa que estamos consumiendo un producto que, en su mayoría, está pensado para uso y disfrute de hombres heterosexuales.
Así que, mientras los espectadores masculinos se ven reflejados en el protagonista y reciben ese contenido para excitarse, nosotras nos inmiscuimos en el mundo de los vídeos eróticos tomando notas de lo que se espera.
Quizás no lo sabemos de forma consciente, pero tendemos a repetir los patrones que vemos en las películas pornográficas.
Lo que no significa que representen nuestra vida sexual. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
El caso de la masurbación femenina es el más evidente.
Basta con teclear “chicas masturbándose” o “masturbación femenina” para encontrar todo un repertorio de mini clips en los que aparecen mujeres tumbadas o sentadas y siempre con la vagina rebosante.
Dildos, dedos, objetos aleatorios de la casa como botellas, frutas o verduras no faltan en estas películas.
¿Simboliza eso cómo nos masturbamos en realidad? Para nada.
Nuestros momentos de intimidad poco tienen que ver con esa chica desnuda cabalgando un juguete sexual que imita a la perfección a un pene y que se mantiene erguido en el suelo gracias a una ventosa.
Es más, lo tenemos tan sencillo que muchas veces no necesitas quitarte la ropa.
Basta con meter la mano en las bragas, buscar el clítoris y activar el modo turbo de los dedos. La vagina ni se toca.
De hecho, si lo ves desde fuera, esa imagen de vídeo erótico en el que el dedo o el juguete entra y sale al compás de los gemidos no tiene mucha similitud a la mano estática sobre el pubis donde solo ves moverse un dedo en círculos o de un lado a otro.
Que nosotras terminemos en este tipo de vídeos es raro, pero tienen un público masculino importante.
De ahí que, cuando en la cama un “Tócate” te llega al oído, sabes de sobra que no es el mismo que se imagina en su cabeza.
Si se espera un espectáculo de dedos penetrantes, va a encontrar una imagen superficial mucho menos movida (a sus ojos) pero más intensa para nosotras a nivel de sensaciones.
Y en cuanto a los juguetes con los que parece imprescindible tocarse, están a mundos aparte de los que solemos utilizar -o hemos utilizado- para descubrir nuestra sexualidad.
Cojines, el peluche, el borde de la mesa… Todo lo que nos apañara para presionar la zona estrujándolos entre las piernas o estando bocabajo sobre ellos era lo que realmente conseguía hacer que nos corriéramos.
Así que más nos vale ir rompiendo con la imagen de cómo se masturba una chica en el porno y empezar a preguntarle a tu pareja cómo le gusta tocarse.
Pero de verdad, no como ha aprendido que te excita. Para excitarse ella.
Duquesa Doslabios.