Venezuela está llena de sabores. Sabores que, para los oriundos de esa tierra, representan más que un simple disfrute. Se convierten en parte de la esencia que se llevan a cualquier parte. Así lo reseñó Voz de América.
Con un paladar acostumbrado a los dulces y a combinaciones particulares, los venezolanos saben qué se siente al saborear un pan dulce esponjoso con una buena taza de café, o un golfeado con queso telita como parte de la merienda de un día cualquiera, o un desayuno de cachito de jamón con malta.
Por recuerdos como estos, muchos inmigrantes venezolanos han desarrollado emprendimientos que invitan a propios y extraños a digerir la cultura venezolana, a través de uno de los más grandes placeres de la vida.
Luis Briceño, nació en Boconó, un pueblo del estado Trujillo en Venezuela. Desde pequeño, recuerda acompañar a su papá al trabajo en una panadería cercana a su casa. Allí, entre tazas de harina, gramos de azúcar y medidas de leche, sin saber, estaba cocinando en su interior el gusto por lo que, años después, sería su pasión.
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