El hermetismo creado alrededor de la salud de Michael Schumacher ha provocado que los fans del ex piloto queden al margen de la información y sean tan solo unos privilegiados quienes sepan la realidad del estado del hombre que marcó una era en la Fórmula 1. Del otro lado de la barrera del conocimiento ha quedado Willi Weber, quien se desempeñó como mánager del alemán desde 1989 hasta 2010.
El hombre de 79 años volvió a hablar esta semana en la previa de lo que será el lanzamiento de su autobiografía y volvió a criticar la decisión de Corinna Betsch, esposa de su ex cliente, que es la encargada de decidir quien puede visitar a Schumi y quien no. “Hasta el día de hoy: sin llamadas telefónicas, sin carta. En este día de dolor abrumador, sé que ella me ha borrado de su vida”, explicó en diálogo con el canal de televisión germano RTL.
”¿Por qué soy solo una llanta gastada para su esposa después de todos estos años y ya no encajo? ¿Por qué no se me permite visitar a Michael? ¿Por qué me castigan?”, se preguntó indignado al no poder acceder a quien, según él, fue “el hijo que nunca tuvo”.
La última vez que Weber y Schumacher se vieron fue en 2013, poco antes de que el ex piloto de Ferrari sufriera el accidente mientras esquiaba con su familia en Los Alpes franceses. Después de eso, Corinna le prohibió el acceso.
El ex mánager reconoció que al momento de enterarse de la noticia de la internación del ex corredor de Fórmula 1 tomó la decisión equivocada: “Cometí un error. En ese entonces, no me subí al avión de inmediato y fui al hospital. Vi a la multitud y pensé que no tenía que hacer fila ahora“. En aquel momento creyó que lo mejor sería esperar y apersonarse más adelante, pero para entonces ya era tarde: “¡Estuvo mal! Debería haber ido de inmediato”. Weber confesó en la entrevista estar arrepentido de aquella decisión y aseguró: “Me sentía miserable, sufrí como un perro”.
En diciembre de 2019 en declaraciones a Kölner Express, también había tenido declaraciones similares: “Sé que Michael ha recibido un golpe muy duro, pero desgraciadamente no sé qué tipo de progresos se están llevando a cabo en su situación. Me encantaría saber cómo le va, estrecharle la mano o simplemente acariciarle la cara. Desgraciadamente Corinna no me lo permite. Seguramente tenga miedo de que me dé cuenta de inmediato de lo que está sucediendo y haga pública la verdad”.
El estado real de Schumi es un misterio. Lo último que se supo fue que en septiembre de 2019 había sido trasladado al Hospital Europeo Georges Pompidou, de París, Francia, por un tratamiento secreto, que, según informó Le Parisien, estaba vinculado con células madre, algo que no fue confirmado por la familia ni por los médicos, aunque tampoco fue desmentido. La única voz oficial que se refirió al asunto fue Philippe Menasché, director de la clínica. “Yo no hago milagros. Con mi equipo no estamos haciendo ningún ‘experimento’, término abominable que no se corresponde con una visión seria de la medicina”, dijo en diálogo con La Repubblica.
Quienes han tenido acceso a ver a Schumacher tienen prohibido referirse a su estado de salud. Entre quienes tuvieron contacto con el ex piloto de Ferrari se destacan su ex compañero en Luca Badoer, el presidente de la Federación Internacional del Automovil (FIA), Jean Todt, y el arzobispo Georg Ganswein, quien fue entrevistado por la revista Bunte y detalló: “Me senté frente a él, lo toqué con ambas manos y lo miré. Su cara, como todos sabemos, es la típica cara de Michael Schumacher; solo se ha vuelto un poco más rellena”.
El último en prestar una declaración al respecto fue Todt, presidente de la Federación Internacional del Automovil (FIA) a principios de agosto: “Gracias al trabajo de los médicos y a la ayuda de Corinna (Betsch), que quería que Michael sobreviviera, éste sobrevivió, pero con consecuencias y en este momento está luchando con estas consecuencias. Esperamos que las cosas mejoren lenta, pero inexorablemente”, comentó en diálogo con el diario alemán Bild.