Arropada por el verdor y por las montañas que la rodean, el día en Caracas transcurre entre el paso rápido de quien busca llevar algo de comer a casa, el distintivo cornetazo de algún auto -o moto- que pide avanzar más rápido y los empujones para hacerse con un lugar dentro del transporte público superficial y subterráneo.
Por Luisana Solano, Adriana Núñez Rabascall, Carolina Alcalde, Álvaro Algarra / vozdeamerica.com
Las calles de la capital venezolana también llevan marcada la crisis económica, política y social en la que se encuentra el país desde hace una década. Las consignas sociales y la propaganda política se dejan leer en los grafitis callejeros y en las vallas publicitarias.
Las kilométricas filas para cargar gasolina o para retirar dinero en efectivo de los bancos son la fotografía instantánea de la capital, como también lo son los pasos lentos de quienes deben cargar pesados recipientes con agua para llevarlos a sus casas, donde han pasado días o meses sin el servicio por tuberías.
En una misma calle de la capital se pueden mezclar quienes buscan en la basura para saciar el hambre y quienes alzan su voz para protestar por las muertes de niños esperando un trasplante de órgano.
Este año Caracas fue incluida entre las 10 ciudades menos habitables del mundo, según ‘The Economist’. Este índice evalúa factores como salud, cultura y medio ambiente e infraestructura.
Sin embargo, la hiperinflación en la que está el país desde hace casi cuatro años y la flexibilización del control cambiario no solo ha alterado la vida de los más vulnerables.
En los mercados al aire libre o en grandes establecimientos, los precios de los distintos productos están marcados en dólares, no en la moneda local, el bolívar, cuya pérdida de valor hace que cualquier transacción tenga más de seis ceros.
La profunda desigualdad es parte de la dinámica citadina. En las zonas donde se levanta la mayoría de los restaurantes y clubes nocturnos, algunos con mayor poder adquisitivo, se reúnen para degustar el mejor café, probar platillos aderezados con trufas o celebrar con espumantes importados.
Pero hay un placer gratuito: subir el cerro El Ávila para ejercitarse o meditar. En el llamado pulmón vegetal de la ciudad el nivel de ingresos no es una limitación.
Todo ello converge en la misma Caracas, entre sus kilómetros y montañas. La Voz de América hizo un recorrido para obtener un vistazo de cómo es la vida en la capital de Venezuela: