Después de 48 meses de terrible incertidumbre, la pesadilla de una pediatra fue la luz que permitió desvelar lo que ocultaba la oscuridad.
Por El Tiempo
En Misuri, Estados Unidos, a mediados de mayo de 1996, cuando un niño de cinco años completaba más de 1.400 días con inexplicables síntomas de letargo e intensa taquicardia, la doctora Linda Steel Green tuvo un ‘mal sueño’ que, si bien la aterró, ayudó a dar con el diagnóstico del menor enfermo.
‘El niño puede tener SIDA’, fue el pavoroso presagio onírico. Horas después de cotejar varias pruebas especiales el vaticinio fue real: el pequeño Brryan Jackson tenía una infección avanzada de VIH.
¿Por qué la pediatra Steel tuvo ese sorpresivo sueño?
Porque antes de ir a la cama recordó la terrible sentencia que el padre del menor le dijo a la madre semanas después de su nacimiento: “Tu hijo no vivirá más allá de los cinco años”.
En 1998, tras una rigurosa investigación, la justicia norteamericana comprobó lo increíble: el propio padre fue quien le inyectó el VIH. Aunque Brryan sigue con vida en la actualidad, la conclusión sigue siendo abominable: el padre quería que su hijo muriera.
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